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Mostrando entradas de 2019

Una leyenda sobre el mar, el viento y el amor

Marina (La leyenda de las trombas marinas) Todo es mejor en los sueños menos en este. Nada se oye aunque gemir se puede ver el viento, las tablas del muelle arrancadas con tal fuerza que locas salen por el aire; no se escucha, pero quien aquí estuviera lo vería desde que todo comenzó a girar en ese mismo punto donde se vio que Dios sembró su dedo. Creo que el Sol no existe o se aguó en la inmensidad de nubes grisanegras sobre la Novia de la Bahía. Granizos cayeron antes, presagio de lo que ahora es muerte, tres torbellinos descendieron en la playa de Acapulco, rápidos y mortales como navajas desenterraban los troncos del fondo, serias heridas abrían en el agua pues algunos dicen que el mar sufre cuando estos fenómenos lastiman su cuerpo. Esta vez, la Señorita estaba muerta y no hubo tiempo de ir a la capilla donde está su tumba, su antigua casa; la última esperanza era la cruz blanca frente a la playa, justo ahí se

La memoria del “Próximo pasado”

El libro “Próximo pasado”, publicado en septiembre de 2018 por la editora Praxis, de México, y presentado este año (2019) en la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, es resultado de lo que su autor, León Félix Batista, define como “mala práctica poética”. Su mal hábito consiste en andar fusionando libros, en este caso, la “mixtura-excritura” entre los poemarios “Mosaico fluido” (2006) y “Un minuto de retraso mental” (2014). En ambos libros el autor ochentista (entiéndase el contexto dominicano) se despoja de la prosa configurada en su cajita central, donde condensa su acostumbrado estilo neobarroco para darnos una lectura más despejada a través del verso. En un esfuerzo por comprender este padecimiento encontramos síntomas de esta idea, años atrás, a principio de siglo, cuando salió a la luz su “Burdel Nirvana”. Habla el poeta en sus “Dracones draconianos” de las “formas mixtas” fluyendo hasta confeccionar el traje perfecto, “sin fisura que dimane su interior”

Briznas de cobre: a cielo suficiente, a pájaro bastante

(3 de 3) Rafael Américo Henríquez falleció el 11 de enero de 1968 en Santo Domingo, vivió 69 años, llegó a convertirse en un gran poeta y se ideó un único poemario que tituló “Briznas de cobre”, publicado diez años después de su muerte. Fue la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos que con prólogo de Manuel Rueda reunió los textos para esta selección, incluyendo algunos poemas en prosa y su “Rosa de Tierra” en 1977, obviando algunos escritos ilegibles y otros nunca encontrados de las ediciones de Ágora y La Cueva, ambas revistas dirigidas por nuestro autor. La obra inicia con un breve poema que se titula “Norma”, para avisarnos de una vez lo que ha de lograr el poeta en su hazaña, un auténtico manifiesto, una metáfora de la escritura misma, retrato o fijación del acto creativo, en el que tanto empeño puso Américo, alcanzando así la fuga hacia el misterio de los auténticos poetas. “Exprimir de la luz todo su contenido”, proclamó Rafael Américo y así lo cumplió

Los misterios de Rosa de Tierra

(2 de 3) En una de las Ediciones de la Poesía Sorprendida de 1944 se dio a conocer por primera vez el poema “Rosa de Tierra”, texto maravillosamente extraño, compuesto por el poeta Rafael Américo Henríquez, de quien hablamos anteriormente de manera más general a cerca de su estilo y características de toda su obra conocida. El texto ha sido calificado como un extenso poema surrealista, escrito en prosa por medio a una evidente, quizá, escritura automática. Palabras de reseña que se quedan cortas ante lo que nos transmite iniciar una lectura tan enigmática como asombrosa. Así que no intentemos descifrar ni fijar nada al atrevernos a comentar sobre Rosa de Tierra. En su fugaz y breve obra, el poema en prosa fue cultivado de manera exitosa por Rafael Américo Henríquez. En el volumen “Briznas de cobre” que contiene su obra digamos que casi completa, hay muestras como la siguiente: “Si el fondo con montañas fuera bastante a mudar el cántaro en vaguedad de vaho, o en verde rotundo, en

Rafael Américo Henríquez

(1 de 3) Rafael Américo Henríquez vivió inmerso en un disciplinado ambiente literario, entre personalidades como Fabio Fiallo, Ramón Marrero Aristy, Manuel del Cabral y Héctor Incháustegui, que junto a otros visitaban con frecuencia la casa del escritor Enrique Henríquez, padre del poeta. A pesar de pertenecer a una estirpe de intelectuales, su obra ha sido poco difundida, permanece en un rinconcito de la historia, reseñada entre el Postumismo y la Poesía Sorprendida. Entre sus publicaciones importantes está “Rosa de Tierra”, Editorial Poesía Sorprendida, 1944, poema en prosa que constituye uno de los grandes legados del surrealismo en República Dominicana, y “Briznas de cobre”. Ambos títulos y otras publicaciones en periódicos y revistas de la época (1899-1968) conforman hasta donde conocemos, la obra publicada de este autor. Mientras que una tercera parte, según Manuel Rueda y Jorge Tena Reyes, permanece en cuadernos manuscritos de difícil legibilidad, guardados por los famil

Los poetas de la superficie

Si algo criticable tiene la poesía de la actual generación, sin limitarnos a la geografía nacional, es que una buena parte de lo que se ha producido hasta hoy adolece de superficialidad, líneas increíblemente sosas, sin huellas de una conciencia creativa que vaya dejando trazos de su “sistema”, sin embargo hay talentos muy notables, gente verdaderamente de peso en medio de hojarascas. La superficie se ha sobrepoblado de versos, pero la profundidad y las alturas permanecen siempre despejadas, sin multitud ni ruido el templo interior, la conciencia del poeta, no abunda tanto como parece, se ha atentado contra el espíritu; en nuestra época hay un hado suelto que mantiene al hombre desvinculado de su diálogo esencial, así nace una poesía hecha de objetos y productos, sintética hasta aburrir. Imagino a Mallarme planteando que la poesía se hace con palabras, —claro, cómo no—, ¿fin de la incertidumbre? Ahora imagino que alguien me pregunta, con qué se hacen las palabras, en este pu

El buen y el mal gusto

Lilith rechazó los cortejos de Adán con una cólera tremenda, no era de su gusto que un ser creado igual o peor que ella copulara encima de su perfecta anatomía, entonces se marchó del Edén y se casó con Samael. Nuestros lectores dirán que este asunto mitológico implica mucho más que gusto, pero apelo a su paciencia y les pido detenerse en esta trivialidad y versar como distraídos, al fin, que somos. En los síntomas del gusto están nuestras actitudes frente a lo observado o padecido. Hay posturas morales y una preñez de sentido en cuanto una preferencia influye en nosotros, afirmándose la concepción de lo percibido, haciendo del gusto una sentencia: “esto es bello, aquello me horroriza”. Partiendo de lo que nos pueda revelar el gusto, cómo no sentir interés por analizar, de alguna manera, el de los escritores y sus consecuencias nefastas, otras veces salvadoras, para la naturaleza de sus obras. Quien no se enamore de lamias y bestias del monte y no se busque nocturno en el oj