Lo mejor del mundo
José
Ángel M. Bratini
(2016)
La alegría
Imaginario
Sé
muy bien que soy imaginario. Voy a dudar que tengo piel, de estos brazos y mis
piernas voy a dudar. Sé muy bien que me acompaña la experiencia, las pequeñas
cosas olvidadas por el río, el reflejo del Sol tan inmune al arrastre de su
cauce (nada hecho de luz se ha puesto viejo). La vida conmigo ha sido bella, el
silbido del viento entre las hojas me amaba, el canto de los pajaritos también
me amaba; a mí me amaba hasta el suelo que nunca había dormido entre mis
huellas. El mundo jamás me ha devuelto una pisada (generoso), me ha dado
siempre ojos nuevos, respiración nueva, nuevos latidos, tacto inédito y la piel
(de la que estoy dudando) ha sido lluvia, trenzas de agua donde mis sueños eran
barquitos llevados al mar. Tanta vida, tanta vida he merecido.
He
aprendido que el desastre sólo es percibido por lo efímero, hay algo en mí que
es grande y es eterno. Yo lo afirmo. Yo digo sí para que exista la primavera.
Yo he nacido del amor y el amor ha nacido de la espuma, la espuma que en la
playa se convierte en arena (ah, la arena es tanta). Y es que hay más amor que
estrellas. Hay tantas playas en la vida. Yo que siempre he visto playas. ¿Lo he
merecido?
Voy
a dudar del suelo. Ahora mismo estoy flotando y veo mis manos (de las que estoy
dudando) que se acercan a mi cara. Recuerdo al poeta imaginario: (las manos son del aire como pájaros). Y
me siento alegre, yo soy feliz como las cosas livianas que mece el aire, como
el colchón de hierbas de la niñez con que jugaba. Soy feliz pues he inventado
la belleza, la forma nueva. He inventado también el pasado, el futuro se hace
en mis latidos y mi respiración es el lugar donde todo continúa. Estoy vivo.
Sé
muy bien que soy imaginario. Doy un salto, (no, yo estoy flotando), lo que hago
es que me elevo. Me acuesto en las nubes y el azul continúa más alto, a veces
descanso. Llega el sueño, Morfeo se agradece de mis párpados y se acuesta a mi
lado, hace silencio y puede verme. Morfeo no despierta, pues yo le he dado el
sueño (bondadoso). Él también me ama.
He
aquí que afirmo el alma, y las cosas tienen alma.
Jamás la muerte
Yo
nací de una leyenda. He contado historias recogidas de mi tierra, tal como las
escuchaba yo las decía, no he violado nada solo he sido digno. Tengo el
privilegio de haber llegado a este mundo en abril, traigo la piel dorada del
carnero, Aries Yo ha visto el Sol cuando se aleja. Inmortal, puedo decir sí y volver
a nacer. Otra vez en la avenida del pueblo, las misas perezosas del domingo y
mi país de casi doscientos años. Toda la juventud del agua de nuevo entre mis
manos, pero el agua nunca queda.
Mi
vida ha sido tan célebre que presiento que es por mí que se desnudan las
mañanas. Los almendros visten la tierra con sus hojas, las palomas viven en sus
ramas, las arañas tejen y las hormigas edifican el dulzor de sus raíces. Todo
cuanto ocurre es por mi alegría. Yo jamás estaré muerto. Mi papillon es la
forma que leo en la nube alborotada, la concha marina (No miento, yo he
caminado en el océano). Mi mirada se ha cruzado con gaviotas y han nacido alas
blancas pescadoras.
Yo
jamás estaré muerto. Nunca he soñado cementerios…
He
viajado al país de los difuntos y he encontrado la vida, el hada que se sentaba
en mis pestañas y me decía, es el mundo que comienza todavía, el beso largo, la
mirada, sus ojitos grandes y bonitos. Es la vida, no importa donde llegue,
siempre será la vida.
Ya
lo dije. Del amor nací y él ha nacido de la espuma.
Con la misma mujer
En
Teotihuacan, sentados sobre la misma luna, vi la ruta arqueada del Sol, el
respetable cielo y la plegaria del pasto quemado y de los cactus que esculpían
su propia sombra con envidiable serenidad que marca horas. Una mujer me
acompañaba para siempre (está conmigo aún, ella misma es el amor, mi amor), le
dije: ¿ves aquella línea? El astro rey nace en esa distancia y muere acá por
donde lo vemos partir; es de allá de donde vengo, hacia el oriente está mi
país, del Este hasta el Oeste yo he seguido al Sol para encontrarte.
Las
sombras ascendían pálidas a las nubes, se colocaban en manchas y bebían el río
de la serpiente (el día terminaba). Antes yo le había jurado amor eterno. Yo le
di mi vida y la besaba, la besaba. La amo en cada uno de mis días.
Descendimos
la escalinata, todo el tiempo la cuidaba (ella es mi vida). Despacio llegamos a
la ciudadela, me fallaban las rodillas y me abrazaba a su cintura. Avanzamos
por la calzada de los muertos (doscientas mil personas habían pisado el mismo
suelo). Y no terminaba de creerlo, aquello parecía un sueño, pero se me erizó
la piel y en mis ojos un mar de lágrimas me hizo sentir los fuertes latidos,
aquello era tan real como el amor que ahora mismo siento, como la vida que
celebro.
A
Teotihuacan, sentados sobre la misma luna, yo regresaré (feliz con la misma
mujer) y subiré al Sol apuntando hacia mi país, parado en la cima sagrada donde
alguna vez estuvo también mi pariente más lejano, como quien está soñando en el
equinoccio, feliz y con la misma mujer.
La inmensidad de amar
Amarte
es grande. Cuarenta mil pies de altura para saborear lo inmenso, la tentación
del salto, una sensación de mil sueños voladores sosteniendo cada pálpito, y la
imaginación de tu piel tan clara y suave me llevaron por aires, siguiendo al
Sol para encontrar tu agua y seguir tu río, mojarme en tu agua, mi serpiente
solar de plumas blancas, tan blancas, tan del río, aguas claras de mi río que
ahora es mío. Con larimar azul de piedra he de poblar tu fondo, para recordar
de dónde vengo. Río breve, mar inmenso el mundo mío. Yo también guardo sangre
de tus antepasados. Orfebres de la piedra y adoradores del viento y de la
lluvia. Huracán se llama mi dios. También Jehová, la virgencita y los ángeles
de mis abuelitos viven conmigo, un continente negro y un italiano hijo de
Apolo, de apellido Bratini (Nicolás, quien se casó con una negra de Tesón).
Todo esto y mil ilusiones ardientes viajan conmigo para encontrarte, para
encontrarte, no importa si al sin fin del universo, porque amarte es grande.
La fe y la certeza
Creo
en Dios (no creo en nada) pero sé que el Sol saldrá mañana; creo en la ventana
y también creo en Schrödinger (vivo y muerto soy como el gato de la caja). Es
posible tener piedad de la existencia de mis dedos, creer que alguna vez
escribí baladas, que tengo mi Teoría del cuerpo y que me dormí entre beleños.
Solo la fe hace posible que mi habitación sea pequeña y que algo tan inmenso
como vivir quepa adentro. Yo y la salamandra que a veces aparece. Cabe el genio
de cientos de hombres en mi librero y la sonrisa de tan solo pensar en ella.
Hay
un reloj en mi pueblo, una ciudad cuyas calles son solo
para mí y para ella. Hay una mañana y una noche bellas. Yo tengo fe en las
cosas que hay detrás de la puerta (la vida es casi una certeza). Creo en el
rayo de la buenaventura, en el piso donde ruedan mis zapatos y en la canción
sin letras que me conmueve. Y es que hay una fe muy grande que hace todo
posible y da forma a toda forma, a cada encuentro, a cada rayito de luz que
nadie observa, al agua que suena entre las piedras. Hay una fe que es de todos.
Un delirio y un nosotros.
Yo
tengo fe en la alegría, en el olor que dejamos en la cama, en el alba mexicana
y en mi cara hundida en tu cabellera. Sé que el piso estará frío y que he
conocido el árbol de aquella primera vez en que me hablaste (cuando vibré de
emoción inexplicable). Creo en ti y en mis latidos. Soy más feliz que la
primavera (girasoles, armonía). Amor de la vida mía. Tengo fe en las horas que
me acercan a tus horas, en el invierno que vendrá para que yo te abrace más. Tengo
fe.
Mi
fe crea a Dios y todo es bello, como tus ojos, bello.
El lugar donde no has estado
En
este lugar donde no estás, donde tú nunca has estado, veo tu nombre en todas
partes, toco tu piel y me hundo en la blancura de tus muslos, cierro los ojos y
abro los tuyos, puedo verte cuando me miras y sentir que yo te miro (respiro),
estás tan cerca, en mis horas (y es que es imposible no pensarte). Aquí donde
nunca has estado me acompañas siempre. Es tan pequeño aquí adentro y es tan
grande recordarte. Este lugar que me esperaba desde siempre para llenarse de tu
voz, para pintarse del recuerdo en el que vivo. Este piso me hunde en ti, no sé
por qué mirarlo es irme contigo a lugares sin olvido. No sé la vida, no sé nada
más que amarte. Parado en este piso o dormido en este piso.
Y
es que nunca salgo de este lugar porque afuera es lo mismo (encontrarte).
Colisión que un día
Te
enseñaré, entre tú y yo, un mundo sin fin, mi tan querida, tus manos amantes de
mis manos, tus sueños frente a frente de los míos. Una avenida, un trecho largo
en el desierto; silencio, para nosotros hay silencio. Nuestros ojos quieren
escucharse y las palabras se desvisten del sonido, pero no estamos callados,
nos comunicamos despacio y con paciencia como se miran los astros ardiendo en
la lejanía. Colisión que un día amor, colisión que un día. Queda todo estrecho
entre nosotros, agua mar, isla lejana, viaje a tu mundo, la vuelta al mío. Un
día nunca más estaré lejos de tus horas y tú no tendrás por qué irte a otro
lugar donde no amanezcan nunca estos, mis días abrazados a tu espalda; mis días
enamorados de tu cintura; mis días hoy arrugados en la cama, rezagados del
deber, golpeados por el deber, mis días casi tristes, esos que terminan cuando
estoy contigo, esos que esperan el mismo día del que hablo, que esperan.
Colisión que un día, colisión que un día amor.
Sin estar despierto
Soñé
que me iba lejos, soñé con una cascabel en mi cama que mordió mi brazo mas no
me dolió, soñé cuchillos afilados y algodones en una boda sin novios, soñé que
en mi viaje cruzaba el mar, tan solo yo, arrojado, Ulises pequeño, sin reino ni
fortuna, solo el amor, el océano y una isla a la que llegué con olas que
barrían el panorama. De frente. Seguía hacia delante. Me arrastré en la tierra,
me oculté entre árboles. Muchas cosas inverosímiles pasaron, hasta mi nombre se
escuchó en la boca de alguien que preguntaba… que buscaba rastros de mí en las
letras de los diarios.
Ese
sueño terminó con la hija de la mañana, la que despierta, la rosada, la de
Homero. Una llovizna fina mojó la alegre cabellera de la aurora. Moderado Sol,
pasos en el techo, una sonrisa detrás de la puerta. Cortesía. Buenos días
señora. ¿Gusta usted un poco de té señor? Gracias. Respiro. Pienso en mi amor,
que está dormida. La luz más bella de mis ojos está lejos y sueña, todas las
noches ella sueña y yo he vuelto a soñar después de ella.
Despierto
o no despierto yo sueño, la realidad (satánico beleño), ángel hermoso, divina
propiedad de mis pasos, de mis travesías (yo jamás sabré defraudar la vida). Latidos.
Sangre de carretera, nubes, altura desde mis párpados, saltos, banderas, mil
países y acentos; mi lenguaje púrpura para mirar sus ojos (ojitos grandes y
bonitos) y mil poemas a ésta, mi fiel alegría.
Lo que está escrito
Antes
escribía un Álbum-K y mis días eran tristes y mi ciudad fantasma, evidencia,
multitud y linchamiento. Fue pesada la vida entonces. Mis poemas nacieron sobre
la mesa o tirado en la cama, yo a veces ambulaba y sobre una piedra en el
malecón estallaba (el mundo como una sonrisa dorada que me tragaría por la
espalda). Extrañamente hice feliz a mucha gente, removí en los corazones el
amor por las caras sucias, la carencia de un techo y las cucharas oxidadas que
paran en la garganta del océano. Olímpico era mi aliento. Cuando quise
presentarme odioso me admiraron todos los burgueses, y los que no, por no sentirse
diferentes se subieron en la ola (raro fenómeno caber en moldes).
De
todo lo que he escrito el “K” tendría el mayor significado, existe porque antes
de él yo ya era célebre, porque el amor así lo quiso, tender el puente a algo
más allá de la desgracia, pues había que ser hermoso y padecer de amplias
carcajadas, volar más alto, y para ello (sí) hubo que estallar terrible, tener
razón en todo y meter el mundo en ángulos. Destructivas percepciones. Después
de esto sobrevino un vacío, escaso norte, una cosecha de errores y fracasos
estéticos que luego remedié (por gran ventura, por ser lo que se es) con mis
beleños, surgió la forma nueva, un cuerpo, y más tarde un mundo de leyendas.
Y
como no podría defraudar la vida, apareciste tú vida mía, mi cielo, mi estrella,
mi reina. Te amo.
Entremés necesario
I
Hoy
no tengo idea para escribir este poema, estoy alegre solamente, estoy contigo.
Si yo rio estoy contigo. No hay nada parecido o que al mundo vuelva más bonito
que tus ojos cuando yo los veo, también tu sonrisa, cómplice de tus ojitos
grandes y bonitos, hacen del mundo lo mejor. Mi tesoro.
II
Después
uno va aprendiendo las cosas. En el año vigésimo séptimo de mi nacimiento sé
que algo le ocurrió al mundo. Ya correría para dos años desde entonces. Espero
maravillas de la vida, imagino mi experiencia dibujando pisadas entre fronteras
(junto a las de ella, nuestras huellas lejanas). Sé que algo ocurrió. Me
gloriaba de algunos versos, tenía una cajita negra creo de zapatos, y me la
encontraba bonita (en verdad era una caja de zapatos cualquiera) y ahí metí mis
versos más antiguos. A mí no me gusta recordar mucho, pero los poemas
que recuerdan el pasado sí me gustan, por eso decidí escribir los míos, sentía
el tesoro incompleto y me esforcé en fabricar el oro. Traté de hacerlo con mi
propia sangre mas mi sangre no brotaba, y como una suerte velera sopló un
bóreas provechoso. Marinero en vuelo inventé un hermoso río de muchas cascadas,
lo llamé el río Flores de Beleño, una cosa triste y optimista, alegre y
solitaria, una necesidad inventada de ser corriente, de hacerle cicatrices al
fondo, con precisión de costurera que pasa el hilo por el ojo de la aguja.
III
Y
le sigo contando al mundo mi alegría, algunos oídos quisieran tener flores
(para que nazcan deberían escucharme, lo mejor del mundo está en mi boca ahora).

Comentarios