Dos silencios juntos hacen ruido
dos corazones latiendo son como un mar presuroso
la soledad se ha hecho tan grande que es casi un hecho
que hay desaliento en las calles
que la ciudad está arropada
como se arropan los muertos, en medio
de un silencio tétrico, en la sombra
todo hecho huesos
todo acabado en el momento
ni siquiera perfecto
el instante, casi cero, casi nada
entre vertiginosas elipses
que caen como todo cae en el espacio.
Giros y giros crearon el universo,
la electricidad y el calor explotaron,
por el frente de mi casa pasaron los caballos y las vacas
levantando el polvo de aquella explosión,
la voluntad de un dios que despertaba
gigante, ciego entre la nada, sin voces
aplastado, sin dimensiones.
He aquí que al mundo, o lo que había,
comenzó a nacerle ramas,
de repente había suelo en que pisar
y se escuchó tras una montaña,
—que ya las había—, el relincho de un potranco.
Se escuchaba, se empezó a escuchar,
había cosas que oír, los truenos, los volcanes,
los combates de los titanes,
llegó el mar y hubo tanta lluvia
que la tierra humedeció y se quedó verde
para siempre, poblada de cuerpos y almas
de voces que van de una boca a otra
de un coche a otro, de casa en casa
todo se convierte en avenida,
es un mundo que parece perfecto ahora,
un mundo lleno, repleto
donde dos silencios hacen ruido.
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