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La poesía, como una de las facultades más ricas del espíritu humano, es también campo de intensos debates, uno de ellos asoma cuando tratamos de entender con claridad lo que es en sí el verso.
Este problema existe, en el marco de nuestra literatura hispánica, desde tiempos medievales entre la irregularidad intrínseca de los juglares populares y el rigor de los llamados poetas cultos que pretendían establecer un metro regular isosilábico como modelo ejemplar.
El fenómeno de la irregularidad en el verso español jugó un papel crucial para su evolución, en el cual era dominante, pero no absoluto, el sistema per sílabas cuntadas que proclamaba Gonzalo de Berceo.
Esto lo demostró con mucho acierto Pedro Henríquez Ureña en su libro “La versificación irregular en la poesía castellana”, donde sostiene que desde su etapa primitiva existió la asimetría en la poesía española pero con tendencia hacia la estabilidad del sistema métrico isosilábico, como lo promovían los escritores del Mester de Clerecía en la cuaderna vía.
Sin embargo, entre el pueblo fue común, junto a la silábica, la versificación acentual, al modo greco-latino, que no toma en cuenta el número de sílabas ni la rima, sino el de pies o compases, cuyo resultado es un verso rítmico y adaptable con facilidad a la música.
La idea del verso ha sido siempre fluctuante, lo único innegable es que es una estructura lingüística, ligada desde la antigüedad a la composición de poemas, a tal grado que el sustantivo versificador suele usarse como sustituto de poeta.
No obstante, desde las vanguardias poéticas del siglo XX hasta acá, ha ganado mucho terreno el verso libre, con antecedentes en el XIX, en poetas como Walt Whitman, en Estados Unidos, y los simbolistas Arthur Rimbaud y Jules Laforgue, en Francia.
Henríquez Ureña lo llamó “masa informe”, por carecer de estructuras rítmica y métrica discernibles. Su hermano Max Henríquez Ureña, quien lo distingue del metro libre, lo celebró: “Es el más difícil de todos los metros, por una razón muy sencilla: porque no tiene reglas”.
Poco antes en Francia, Baudelaire empieza a concebir, influenciado por Poe, la idea de una prosa poética, cuando ya había logrado escribir las controversiales “Flores del mal”. Alcanza su objetivo en los “Pequeños poemas en prosa”, con un precedente en “Gaspar de la nuit”, de Aloysius Bertrand.
Esta propuesta viene a plantear el poema como una composición en la que se plasma belleza más allá de su tradicional versificación. Un proceso revolucionario que lejos de lo que suele pensarse, no ha sido un camino fácil, sino un complicado debate con una larga tradición.
El tema es tratado aquí a raíz de una columna publicada en el periódico Hoy, cuyo título afirma “Escribir con rima es tan válido como en verso libre”, y con mucha razón, pero esto se queda corto, la rima es quizá lo más simple dentro de todo lo que hay que aprender del sistema métrico occidental.
Por otro lado, su autor, Juan Freddy Armando, me cita como un detractor del uso de la rima, cosa que no coincide con la verdad. Esto a raíz de un comentario mío en reacción al de alguien más que, de manera extraña y no sé si de chiste, consideraba prosa un poema en verso libre del poeta Omar Mesón, de Puerto Plata.
“El admirable escritor Omar Messón publicó un poema en su página de Facebook que provocó opiniones de otros varios”, así inicia dicho escrito. Luego dice “algunos piensan que las viejas escuelas de arte pasaron de moda, que no debe volverse a ellas”, tras esto me cita: «Los tradicionalistas más radicales, pero son pocos y cada día sus posturas se convierten en soliloquio y completa ridiculez».
Por la proposición adversativa que introduce con la preposición “pero” se nota que esto fue sacado de entre líneas y que citarlo así, además, desluciría cualquier párrafo.
En contraste con la reacción del poeta Juan Freddy citaré algunas intervenciones de la persona que disentía del poema de Messón: “-El «verso libre» es prosa. / Querer llamarlo «verso» es envidia del verso. / -Lo que tienes es envidia de quienes pueden versificar. / Lo que escribes es prosa. Punto. / ¿Entiendes o hay que ponértelo más sencillamente? / No seas torpe / La arrogancia no es buena consejera”.
Lamentablemente no podría poner aquí todo lo que se dijo, pero con esta muestra basta para intuir que son expresiones burlescas, carentes de sentido. Si la palabra “ridículos” hirió la sensibilidad de Juan Freddy, me disculpo, pero no estuve lejos de lo cierto.
Dije del verso mi opinión y agregué que esos tradicionalismos radicales son una ridiculez y más escasos cada día. No por ello, mi posición constituye contrariedad alguna con el uso de la métrica y la rima, sino con esas desconsideraciones insensatas al trabajo de un esmerado y auténtico poeta.
(Este artículo se publicó por primera vez el 27 de marzo de 2021 en el periódico El Nacional)
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