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Poemas



(Antes del vino éramos muchos dentro...)





Antes del vino éramos muchos dentro de mi alma,
conocidos del sol, nenes con flautas y silencios,
                 terroncitos de azúcar
                 y lágrimas arando
las mejillas.
Por los valles de verde, cordilleras de heno
sombreritos divinos silbando a los dioses,
trinos y murmullos de la tierra extienden,
humedecen y fertilizan la mirada.
Torrentes luminosos trazando figuras
allá donde se derraman los vientos
y las lunas cultivan los cielos. 

Después el vino.
Aguas de sombra púrpura meciendo la noche,
tormentas, sangre, mordidas, campanas,
espesura de la tiniebla, la carne
en la boca de dios. Una apuesta,
unos labios bermejos,
talismanes para los males.
Ebrios y torpes, la fauna santa de la luna, amarga.
Cordero y pecado.
Oh, santo, hachachino…


 

Miedo 


Otra vez buscando tu interior en el espejo
acercas tu mano hacia tu mano;
luego, aun no convencido
juntas tu rostro con tu rostro
y te das cuenta que el frío del espejo
es tan cierto como que no puedes ver nada
porque has cerrado los ojos.
Los cierras como un latido prolongado
que el corazón ha retenido
y como que afuera el mundo se ha exterminado,
sientes un miedo terrible de abrirlos,
también temes que adentro
algo te atrape...


La puerta


Coloco los pasos al lado de la puerta
esta debe ser la casa.
Me agacho como un niño muy amado por sus padres.

Pero la puerta cerrada,
inaccesible como enigma,
no cede a ningún gesto compasivo.

A las ventanas
precisas hacia dentro y hacia fuera,
sólo se les ven gestos fríos de silencio.

Solo la luz a ceder comienza,
viene la noche, vienen las estrellas
lentas a lamerme las manos blandas.

Sin que se me ocurran labios ni caricias
escalofríos en la piel...
escurridizos, saltarines hay besos en mi cuello.

Bella una cintura con mis manos atrapo,
por el suelo rodamos, desnudos,
saciados de carne y de saliva.

Todo es bello, fugaz y al final un poco triste,
pero pasa.

Y continúo agachado al lado de la puerta
pequeño, frágil, solitario- te espero
tristemente obstinado.

Vendrás por mí, descifrarás el enigma de la puerta,
anhelará mi boca ese beso alucinado.

Tú te abrazarás a mi cuello
y en tus labios florecerá el beso misterioso.

Habrá colores,
plazas olvidadas por las palomas
y noches parecidas a tu cuerpo.
(Quédate aquí diré para siempre llorarás...)



Yo, que te hago reír


Todavía no es suficiente lo sabemos.
Amanece
como si el tiempo hubiese envejecido
y alguna vez se perdiera el alma entre las culpas.

Ahora palpo las huellas
que tu nombre ha dejado en el viento,
las botas del exilio que te han servido para la huida.

Y tú siempre regresas a encontrar viejas ausencias,
con el dedo de la culpa apuntando hacia tu pecho,
tu cabeza agrietada por malas ideas
y la boca llena de palabras amarillas.

En tu sangre, llamas 
y un sol mojado, trágico. 

Eres arte de tragedia.
Y tras otra noche, derrotada
hablas del amor como de una calle muerta
llamada desgracia,
hablas con el viento en contra
y las palabras te muerden los labios.

Yo sólo puedo decirte lo que otras veces no te he dicho.
Tú miras hacia el mar y parecieras ver mis palabras
flotar como pelícano,
entonces ríes niñamente,
sueñas tan sólo un segundo y yo procuro besar tu cara
antes que empieces a arañar los muros tristes.

Pero tú pareces no entender,
no conoces a los poetas,
los filósofos te parecen criaturas muertas
con la boca cansada y yo me siento a veces como otra lágrima
que se divorcia de tus ojos.
Pienso si te veré mañana
y sólo escucho el sonido de la guerra,
veo caras iguales a las tuyas que no son las tuyas,
señales que me llevan donde tú no estás conmigo
y simplemente estamos lejos;
tú con el hombre imperfecto
y yo con mis sueños dañados
en la palma de mis manos,
estamos lejos y sencillamente derrotados...


Despedida


Allá la distancia
que hiere la frontera,
el invisible viento trapecista
dando en nuestras caras,
ecos de magia
botella vieja, abandonada.

Así quedamos...
a merced del mito y la leyenda.

Despacio...
acumulando cicatrices en la huella,
rostros lánguidos de olvido,
y la mirada de una amada
envejecida en el recuerdo.

Nos vamos...

la partida duele menos
que la resignación.

Adiós al café de los abuelos,
adiós al beso que me cortó las alas,
adiós a tus ojos negros
quemando mis pupilas.



Bolero


Bolero de aguacero
que al pasar sobre mi cielo,
mi silencio,
furioso de relámpago y de trueno
bien pudiera lavar sus penas
en mi bodega.

Bodega que es mi alma
que naufragar podría,
yo la siento honda en su caída.
Mordida por el frío.
Sus fuerzas se descuelgan.

¡Alma mía has caído, te arrastra
la pereza de un final inevitable!

Que me corrompa el desenfado,
que Dios me abandone,
ya no creo.
Mi sangre hierve.

Me hundo con todas las visiones,
el final no sólo es terrible
amargo deceso.

Bodega que es mi alma
ya sin vino y sin latidos,
el aguacero pasa
y su bolero en las chorreras se acompasa.


Pulmón de tinta negra


Acaso palabra...
deseo de renacer en otra esfera,
volver a respirar la luz
del frágil nacimiento..?

Descontento.

Estar a solas,
inmerso en un silencio, (inundado de palabras),
diálogos de yo con el vacío,
de yo con la sordera de las masas,
con los versos que vuelan por encima del tiempo,
de yo conmigo mismo y contra mí.

Acaso destino...
padecimiento agudo de estar vivo,
sangre o pasión, exilio del espíritu,
este caer tan hondo,
esta carne de la llama,
este incendio que es vivir.



Hermética


En la sala de estar está la mesa
sobre la mesa hay un mantel,
a la mesa están las sillas;
pero la mesa...
 –¿qué ha ocurrido?
– está vacía.

–¿Dónde estará la familia?
–Salieron a las calles a buscar la comida.

En las calles está el mundo
y también las calles están en el mundo.

Podría ser feo, si se ha de pensarlo,
y si se espera se vislumbra una belleza lejana.

Pero a la esperanza... 
–no, jamás tanta confianza...
la fe en ella puede ser benevolencia mezquina.

–Entonces, ¿qué paso con la familia?
–No, nada, es sólo que la mesa aún está vacía.




Pintura del parque



En el parque. La delicada luz de la mañana
descansando sobre los asientos,
bajando por los copiosos ramajes
de los árboles.
¡Magia!
Brillante soledad sonreída,
unos ojos perdidos de amor
bajo el techo de la glorieta.
Es el amante
–le amanece, los primeros rayos del sol
ya besaron su frente.
Las jardineras están verdes,
algunas flores de polen frío,
la mariposa polar
pasa sobre su pelo castaño,
remueve con sus alas
algunos sueños de loco amor
que palpitaran.
Es la amada...




Estelas


Román tenía dientes amarillos 
de tanto morder los caminos,
tenía ojos aureolados por un gris azul y nebuloso,
un amigo vertical
bajo la palma de su mano
–y tantas cosas...
Él aplanó montañas en el cuero de su tambor,
amarró las costas a su espalda
y caminó de regreso.
Román con sus mareas en el rostro
sabía de soles que nadaban bajo el agua,
bajo la lengua guardaba leyendas
confesas del monte,
sirenas de arena lo invitaron al mar.
Él se marchó escuchando el llamado
de sus huellas, la voz de la familia.
–A esta hora los niños estarán jugando en la playa,
les vuelan canciones de la boca
y son gaviotas con alas de verano.
En la cocina La Viejita está sola como siempre.


Los viejitos


Y en cada paso se va enterrando de los viejitos la vida,
se van cansando
alma y carne unidas
como colores embarrados en la vida.
Los viejitos vienen caminando desde el pasado
amurallado de tiranos
ya no les queda fuerza,
lloran porque Dios no les da el fin eterno
y quisieran que sus cabezas no estuvieran
en sus cuellos,
se enfadan, con la sapiencia de un bebé malcriado
hacen en protesta sus gruñidos,
pero el seol no les da cabida en su vientre frío, 
la tierra no les abraza el pensamiento 
y cada vez
sus ojos van quedándose más sordos
y sus oídos no pueden ver las palabras que consuelan
los años, goteando entre lágrimas y una casa vieja.
Los viejitos duermen acalambrados en la cama
para ellos, la noche aún llega temprano
y el día prende sus ojos cuando el sol comienza 
a peinarse en la madrugada.
El té en la cocina
tiene aromas de cien años
luego el café que sigue cantando como antaño
y todos se levantan y todos van
en busca del café de los viejitos;
a esa hora ellos no saben estar tristes
hay una alquimía en el frío de la mañana
que les trae de muchos años
la fuerza y sus anhelos...


Crepusculario


Ya la brisa arrastra el silbido de la noche,
tu pelo blanco lo sabe,
te paras con los ojos fijos en los pasos
confiado de las sombras que han envejecido a tu lado.
El fiel amigo vertical siempre te acompaña
a todas partes a todas horas.
Ahora mismo va contigo,
llegas a la habitación donde solamente cabe el sueño;
la cama está en el centro,
como todos los días te espera,
tú la adecuarás para el sueño,
el sueño fino de los ancianos, ondulado, húmedo, temprano.
Abrirás esa maleta vieja, buscarás el mosquitero,
las sábanas y hasta las ganas de dormir;
tomarás una por una las esquinas,
ya lo estás haciendo, lo has logrado como siempre,
la cama está planchada por tu mano
y pareciera ser dulce casa para tus ensueños.
Sales hacia la sala
te sientas a escuchar la radio en ese mueble viejo,
escucharás Radio Santa María, la estás escuchando...
cenarás ligero, plátanos maduros con leche,
un té de albahacas u otra cosa
luego dormirás, duermes...



Pasaje de novela


Cuando la noche es oscura
y la luz de las velas
es la única compañera de los ancianos,
los niños como los gatos celebran
un sabbat escondido.
Se escucha el murmullo
entre risas y suaves palabras,
travesuras y hechicerías
que podrían despertar el sudor en la carne.
La niña que es mil veces más profana,
el corazón de su primo
hace enloquecer.
Ella lo pellizca, se mofa, coqueta
juega con su torpeza
y ¡Zag! Se escabulle al aposento;
él la persigue como un niño a su cometa.
A ella le da la risa, menuda y chiquita,
de los labios cosas sencillas
ella le dice cerca, cerquita.
El niño alucina
desea besar a su primita.
Bella, picarona
con un golpe en la espalda se quita
y el pobre tonto
corre detrás de su prima (muy loca, loquita).
En un rincón detrás de la cama
los niños se encuentran,
surge un calor tembloroso
en el roce de brazos y piernas
y en la oscuridad rojo, rojo
el beso no se gesta,
—la abuela con una vela detiene la fiesta… 


Cuando el mundo se acaba


A Román Hernández Henríquez
Yo simplemente estoy triste
bajo la sombra fría de la soledad.
Estoy anclado en un golfo
mojado por aguas de luto
y siento en las noches
los golpes del cielo sobre mis ojos.
Nada es tan amargo como el silencio
que inunda las ausencias eternas,
como los muros perdidos en el laberinto nostálgico
del recuerdo.
Nada favorece
estas horas cubiertas de polvo,
los días se quedan mudos sin partir a ningún lado,
tendidos sobre la mirada apagada
de los que pronto serán viejos.
Sólo me queda esta costa llena de un horizonte
fingido y en la arena
nunca más una sonrisa que se bebiera el mar;
no hallaré una sola gota de belleza.
Es preciso arrancarse de la carne de la sombra,
volar huyendo, muy lejos, desgastarse…


Los enamorados


Estás enamorado,
joven mozo, hermoso cuerpo
que ha de cumplir sus veinte años
y ha nacido entre bellos animales.

Te enamoras, te lleva el viento
de la mano y como en un jardín de efímeras,
desvaneces.

Estás enamorado
sueñas despertar con su cabello enredado
entre tus labios.

La miras y te pierdes,
se van tus ojos en el arroyo de su ondulado caminar.

Te apetece,
la dulce canela de sus labios,
las playas de los ríos que nacen en su sueño;
y ella,
parece que ha escuchado tus deseos,

una tarde te ha mirado
y en sus ojos,
qué delirio de besos, demonio, locura.

Te sonrojas,
te sientes lluvia y llueves,
te sientes viento y volar parecieras cuando miras;
pareciera que te deslizas en los cuerpos
y el calor de sus centros,
preciosos y agudos
tus dedos tocaran.

Estás enamorado,
la buscarás,
huirás con ella y sabrás andar,
el escape planetario de los enamorados.


Los novios


Mi novia y yo vamos juntos por esta ciudad,
muy vagos, turbios,
tejidos en abrazos, en besos
y la brisa del otoño que nos celebraba.
En nube imaginaria íbamos creyendo andar desnudos.

Nuestro hogar no, no estaba lejos,
pero antes
pasar por la dura receta
como un cojo entre vidrios
que ha perdido su muleta.

El camino
tiene monstruos, brujas y estorbo,
mares de cerveza, removidos en las panzas
y agitados en las botellas.

En los tarantines, como pantomimas,
los maniquíes hacen ruido,
susurros estáticos que dicen del odio,
susurros estáticos de burla y fechorías...

Mi novia y yo dejamos de ser novios,
ella prefirió los bailes y la moda,
las tardes de farándula en los cafés medio burgueses.

Yo preferí los mares, los caminos escondidos,
las distancias abiertas al fuego de unos ojos.

Pasión y retiro.
Nunca más he vuelto por esa ciudad...


Lo que hicimos cuando estabas dormida


Ven
siéntate a mi lado
y fumémonos la noche en una pipa,
la noche verde, vegetal
la de la estrella vagabunda
la noche alucinada por un beso.
Acércate
pon tus muslos sobre los míos
y deja que el lucero aquel
derrita su luz en tus pupilas.
Ven
que no te sienta lejos
que nuestra alma sea una luna
más allá del ojo.
Acércate
siente mi voz besando tus orejas
siente mi locura abrazando tu cintura
siente cómo exploto en tu saliva.
Ven
a no sentir el suelo
a no sentir las horas.
Acércate
despacio y sin pereza
escucha la luz caminando por tu pelo
subiendo entre tus pechos
siéntela; despierta...
 


Invierno


En alas ya se ha gastado el otoño en la alfombra
sopla un soliloquio de espectro
en la ventana
y se escucha cómo viene el pájaro solo del invierno.
–Callados.
Labrando silencio junto al fuego,
sudando palabras en los labios,
palabras que caen en el espacio infinito
sin decirse
sin ruido
sin recuerdo
sin morirse,
palabras que se dicen desde llantos interiores,
palabras que se quiebran en el alma,
lavadas en la sangre
por una mano fría que se desliza en el espacio,
por una mano que se hace y se deshace,
nos complace y descomplace.
Se ve venir el pájaro amigo de lo oscuro
y en la mirada ya arde un gris deshecho,
arde el frío entre los huesos
y se ve caer del cielo
un compendio de noches largas,
los asesinos que rezan frente al arte del crepúsculo,
mutilados,
acelerando la hora del retiro,
fabulando sueños a pleno despertar,
sueños que se marchitan en los párpados
sin decirse
sin ruido
sin recuerdo
sin morirse.




43


Otra vez estoy saliendo por la puerta
–¡hacia delante!
Llevo las manos en los bolsillos
meditando tragedias y tempestades;
pienso en el destino,
ese río de aguas raras que sale de mi boca

–¡el camino!

Yo sólo soy un paso y otro paso,
y camino, busco un espacio
que se mueva igual que yo,
un cuerpo que se sacie de mis manos,
una historia y un poema...



Palabra, no palabra


Palabra bastarda
de todas las bocas lengua y saliva,
voz que a medio tono vacila
a la orilla de los labios,
voz que bosqueja las heridas;
palabra dolor, palabra duelo.

Esta voz la he soñado,
susurro y a veces estruendo,
pero no me sabe,
voz que es sudor del mismo tiempo;
palabra muerte, palabra descanso,
palabra nada.

Hablo de una voz sin más lengua
que la tuya y la del otro y la mía,
voz que en una esquina
de una ciudad cualquiera,
es la misma,
que en otra esquina y otra ciudad cualquiera.

No la digo, ella se dice sin decirla
cae desde la altura de la sangre
hasta el suelo de las dudas
y pasas tú, paso yo y pasan todos,
el cielo es un oscuro y la tierra un olvido;
palabra vacía, palabra, no palabra.



Gatos amarillos


Me gustan los gatos amarillos,
los que acuden a tu cama por la noche
y se arrullan en tu pecho.
Me gustan porque se sienten como llama,
como si el fuego respirara
y te encontrara por la noche.
Me gustan los gatos amarillos
y no los negros, porque no son amarillos.
Estos gatos del alma
son como el amor que no nos da su nombre,
el amor de ojos de incendio
que se apaga si llega el día.
Gatos amarillos
que te muerden dulcemente
para que sepas que te quieren;
suaves como el terciopelo de la noche,
furtivos como ellos.
Son como historias peludas,
mitos amarillos y leyenda.
Me gustan así
porque me encuentran
mas yo no los encuentro,
vienen cuando quieren y yo no los espero,
como tela de la noche me envuelven
y aunque pueden dañarme no lo hacen,
porque yo los amo.


Condenados


En momentos de agonía
nos hemos alimentado de cadáveres,
lúcidos de ira
navegamos hacia nuestro vacío más inmenso.
Bufa de mascaras y espinas ésta,
nuestro consuelo,
nuestro hachís nebuloso,
las visiones que podrían crepuscular
en la inmensidad.
Y del mismo centro del cielo

una rara brisa
que trajera la sensación de un oscuro pensamiento.

Nos arrancó el huracán de la placenta,
nos mandó a volar sobre las cabezas
de las vírgenes viudas
y nos delató frente al primer crepúsculo del infierno.


Bohemia fatal


(Mi único pantalón tenía un hermoso agujero.
Soñador Pulgarcito desgranaba en mi trayecto algunas rimas)
Arthur Rimbaud, Mi bohemia.

Camino solo con mi único par de tenis rotos
que llevo en las manos
paso entre la gente descalzo hasta del alma,
suspirando versos
que a veces desentierran una lágrima del pecho.
Voy triste, tristecito
respirando humo y dicharachos,
casi algo me acompaña, es mi voz
sola y quebrada entre mis dientes.
Camino para darle aliento a este silencio
entro por calles donde el pasado,
jamás vivido, germina en mi memoria.
Voy casi deseando no estar vivo,
a pasos cortos y pesados
que se entierran en un inefable desconcierto.
Veo larga y dolorosa la distancia,
muriendo la ciudad en la última línea
del horizonte.
Oh, peregrinaje del herido,
yo me acerco fatal al muro del cansancio
me deshago de rodillas
idealmente de rodillas.
La diligencia es esta prisa retenida,
querer cargar en pocos años la inmensidad
de los ancianos
y ya, moribundo de pereza y agonía,
irme despacio por estas sombras
de batalla anochecida.


Una mañana cualquiera ha llegado...


Una mañana cualquiera ha llegado el crepúsculo,
he abierto la puerta, las ventanas
viendo el gigantesco, constante y deslumbrante
cambio de los días.
Creo ver mis fuerzas
cómo se van invisibles
en la corriente de un río (que también es invisible).
La pasión se avienta como pez
que bucea en el cielo, sobre la ciudad
que desde arriba parece espina, parece llaga.
Pero el pulso, el que sostiene el ardoroso fervor
de la vida, un día ha dejado de latir.
Ay, corazón herido...
ya te has roto en tantas noches,
cuántas veces te dejó caer la locura de sus manos.



Mi herido corazón está sangrando...



Mi herido corazón está sangrando en negro
mi herido corazón es una espina ciega
mi herido corazón es una nube negra sobre mi alma
mi herido corazón es una noche larga
deuda de lunas y de estrellas,
mi herido corazón es un tambor de guerra bajo la cama
mi herido corazón es una fría soledad presumiendo de rincones
mi herido corazón es una estrella enterrada en la tierra
mi herido corazón es un reloj en el pasado
mi herido corazón es una noche vagando en el desierto
mi herido corazón es un perro sato durmiendo en la letrina
mi herido corazón es un presagio desgraciado
mi herido corazón es ropaje de serpiente abandonado
mi herido corazón es náusea contenida
mi herido corazón es tormenta en el espíritu,
mi herido corazón es una muerte rara.


La espalda del pasado


Otra vez volver al Rock and Roll de los noventa,
los labios en la copa, los labios en otros labios,
vino y saliva
para esta sed ansiosa.
Diecisiete carnavales que han pasado
ya por este cuerpo,
se me sube a la cabeza un potro blanco
se deshace en polvo y lo respiro
es esta violencia,
es este hacerme daño, esta venenosa disciplina.
Volver atrás buscando desesperados
el presagio que ignoramos,
la estupidez honda y filosófica
que se quemaba en cada cigarrillo,
la fraternidad de los amigos,
la aristocracia del burdel,
el mismo week end prohibido
y las sombras que se revolcaban en la cintura de la noche.
No lo olvido
después de la tormenta yo contaba estrellas
mi pereza penando en acordes de guitarra
algún beso extraño y funerario
que pasaba.
Pero adorado hermano, usted que está tan lejos,
sabe igual que yo
que el cauce de estas letras es la noche,
no lo olvide.
Volver los ojos a los ojos de antes
al atletismo nocturno de la mirada vaga,
otra vez a la carne del recuerdo,
Enrique Bunbury que dice
que el tiempo no cura nada, es cierto.
Volver atrás y encontrarlo todo intacto
tan hondo y tan adentro
tan de nosotros;
pero el tiempo pasará entre café expreso
y galletas de ajonjolí,
como río de sangre que galopa hacia la muerte.
No lo olvide usted, adorado hermano,
tan temprano.



El cruza-calles


Va a pie el cruza-calles,
apenas silueta de hombre,
mancha fúnebre que se hace pequeña.

Sobre su cabeza de estopa
no vuelan los pájaros,
pasa el río invisible de la soledad
y él camina, pobre, pequeñito,
nulo ante la presencia inmensa de la ciudad.

Va cojeando del pecho el cruza-calles
herido en la mortal herida de la vida.

Bajo sus pies igual a flor de chocolate
el camino siente derretido.

Hombre de poco lustre
que tanto ha sufrido,
el cielo se atraganta en su garganta
duro le pega en la frente,
duro le deja aplastado,
duro también blasfeman lo que él no ha querido.

Va despacio como barco barado,
no lo amaron, un beso jamás le robaron.


Me dan ganas de salir por la puerta...


Me dan ganas de salir por la puerta grande,
decir estos son mis defectos,
aquellos mis amores
y éstas, algunas noches que sufrí
tantos amargos como un cristo del ghetto.

Me dan ganas de darme frágil
a los abrazos del inmigrante,
una lágrima que de sus ojos se caiga
contenerla entre mis manos
y sea licor de piedra, fuerte,
hasta constituir un país entero y sea sangre,
pueblo y cauce de tormentas.

Me dan ganas de no llamarme
Juan, ni Pedro, ni Santiago;
ganas de ser un salvaje sin apellido
ni primera comunión.

Me dan por ti, por las heridas coleccionadas
en el alma, por los cigarros
que ya no volveré a fumar,
por la ciudad, por todos, por el hambre
me dan ganas de no involucrarme
en mi retiro.


Breve canto al matador


Matador, la calle se impresiona
con el tinto de tus ojos.
Matador, hueles a sangre,
la alquimia del asesinato hierve
en tus manos Matador.
Hay una ofrenda de vida
en el pecho de un cadáver,
la inquisición de los placeres
deviene en genocidio Matador.
Otro jansenista se ha volado la cabeza,
caos y flor de guerra,
flor de guerra que sólo es espina Matador.
Ojos que lloran, bocas ahogando
el hambre en su saliva;
eres profeta como el buitre Matador.
Diles que no salgan a las calles,
diles que no se busquen en el espejo,
Matador diles tu nombre.



El vidente que pedía cigarrillos


Tiko, se murió
y ya nadie recuerda la fecha,
era invierno triste, triste invierno
que no es invierno
en el vientre del Caribe.

Cuando la mañana despertó
Tiko jamás abrió los ojos.

Era tan poca muerte para muchos,
justo para algunos;
para mí Tiko era un vidente.

El loco ha muerto,
el viejo del bastón que pedía cigarrillos
se murió de tanta vida
de tantos sueños ahogados
en las fracciones de sus pasos.

Quién no le robo el bastón en el camino,
quién en el camino, no le dijo:
Tiko, hueles mal, Tiko no me jodas.

Ahora reto al que pueda recordarte,
nadie sabe que dejaste la vida
en jaque-mate,
que de tu pincel nació
la pureza blanca de tu pelo;
nadie supo que los cayos de tus pies
eran dientes contra la velocidad
de todo un siglo.

Ahora la paz eterna de tus restos
se la comieron los gusanos
tal vez ellos te recuerden, Tiko,
en su memoria invertebrada.


Esfera negra


Presentimiento,
hacha furtiva,
frío hocico de relámpago.

Podría ser la aurora de húsares soberbios,
tentación de hombres...

Mi muerte,
soberbia disciplina de puñal,
callejón kafquiano.

Me refugio en los rincones
cuando el hambre ya no nos hace daño
y la sed es aplanada por el viento sur;

cuando el dolor es un espasmo citadino,
una cruz en el desierto,
cuando ya no lloro, cuando ya no siento nada,
qué es entonces lo que soy
sino este barco de rodillas al naufragio,
esta falsa saciedad de solterona

¿Qué hacer? ¡me muero!
se acaba la vida ¿volveré a nacer?

Vendrán otros, a sufrir lo que yo he sufrido,
a amar lo que yo he amado;
en cuanto a mí:
Ojos de tonto, alma loca,
"oh, corazón robado"
la estrella de la esperanza ha sido
borrada de tus ojos
¿qué a dónde ir, con qué besos irse a dormir?

Nada de eso,
ya no hay caminos,
la casa no tiene puertas ni ventanas.


Ah, si debería estar muerto...


Devenir


Sólo digo que esta noche
el camino es largo,

ver luces en la distancia
es un sortilegio.

Que yo muera o continúe
no es el fin,

más allá de cualquier
línea fronteriza
están las madrugadas
de un nuevo comienzo.

Más que en mis ojos,
los árboles guardan estrellas de oro,
cometas que arrastran
a Bob Marley del cabello

suspiros...

Manu Chao en Radio Bemba.

Se me cuela el pensamiento
hacia otros planos dubitativos

la guerra...

Comenzar de nuevo a levantar
ciudades,
colosos capitales.

Que yo muera o continúe
no es la clave,

fuera de esto hay miles de almas
que huyen de la nada,
son los peces del cielo,
que no existen
pero están a mi lado
domados por la furia
de una era que no les cabe en la cabeza.



Suprimidos


Al no buscarme, me encontrarás...



II


Camino insomne,
quedan atrás unos ojos
que al pasar parecen pájaros cafés
o peces en negras pupilas.
El aire es un río,
la tierra donde piso, flota.
Pero siento que avanzo,
despejo cortinas de oro
que poco a poco
el sol se va llevando.
Detrás de mí,
ay!, la ciudad
se lame la sarna
es una perra vieja que vaga por la calle
y alguien la patea.
-Qué triste es la soledad
cuando la pobreza le acompaña!
Debo continuar hasta donde se levanta
la cuesta del monte
me quedaré allí como una luz
que el sol olvidó recoger en el crepúsculo.
La noche nacerá de mi cabello,
se quitará la ropa
y a mí vendrá despacio, lentamente sospechosa.
Cuando despierte, ay!, otra vez
los ojos, la visión, la realidad...



XXI


El día nació cansado en una hora oscura y fría
que se posó en la mañana.
Se acercaba o se alejaba. El mismo cansancio que dormía
sobre los párpados. El mismo paso ajeno que mordía
mis tobillos. Y me quedaba quieto
esperando quizás el retorno de la noche a mis pupilas.
Pero el sueño se besó con la desgracia y alzaron
vuelo hacia una dimensión equivocada
donde sólo hay tiempo y espacio y acaso tiempo,
si es que el tiempo es una línea que se quiebra en la mirada
o una serpiente de voces que se mutila los dedos.
Aquí sólo puedo ser agua de estanque,
no sol de arena, ni viento de cañones.
No me trae la boca siquiera una palabra o la humedad
de besos descarriados.
Acaso estaré muerto o estaré vivo. No lo sé. Si soy agua de estanque,
si no soy de arena sol o viento de cañones.
Si al menos algo sucediera; si algo de mí se acordara de mis restos;
pero nada. Algo en el mundo se ha agotado, quizás el agua
o las banderas, quizás el niño o el soldado,
quizás la amante que has amado, quizás una pestaña de tu ojo.
Pero no lo sabré nunca perdido en esta nanidad de barco que cojea
y sombra que se quema...



Introducción


Por la poesía se edificaron fuertes corazones, huracanes del alma, hombres y mujeres dispuestos, con toda la rabia, con toda la voluntad del espíritu, a destruir el mundo de los cuerdos de todo aquel que se proclama ciudadano de la realidad (asno). Comienza lo que nunca tuvo principio, lo que nunca tendrá fin. Las batallas son crueles, los síntomas doblegan el coraje del acero, pero estamos aquí, no nos importan fines, ni razones, sólo el hecho supremo, estar aquí; el resto es obra de la poesía, del poeta... de nosotros los poetas...



Bachata, mami...


La calidad de vida,
la educación,
vieja peregrina;
la salud,
se busca 1,500 pesos la consulta.
Así se habla en el nuevo parlamento,
hay una era que crece,
un hombre y una mujer de nuevas proporciones,
las calles se repueblan mas rápido y mas temprano
voraz máquina de pasos y conteos.
Están por los rincones,
oscuras y leprosas, mal intencionadas,
las desgracias de los mendigos.
Ritmo y caudal otroces,
puertas se abren y cierran, intermitentes.
Un hombre grita diablo coño!
Otro responde,  coño, diablo!
Ruge el roman urbano, salta la avenida,
se extiende entre parques,
aterriza en las orejas de los niños,
se mezcla entre el doctor y el abogado
comiendo chimichurri en una esquina
--política con mostaza y mayonesa.
Alto, muy alto, desde lejos
y ahora mas cerca retumba una bachata.
De súbito caderas tambaleantes,
desgarro y desamor;
el sol rebota en el desnudo de unos muslos
muy joven, es una mulata.
Ir y venir, ir y venir,
ir, ir, venir, venir;
masturbación absurda y estrepitosa,
smartphone, Black Berry y mini laptop;
el ciego, el tullido, el héroe del 65, --olvidado.
Y aquel que pudo ser, pero se lo impidieron...

 

Sire


Conozco a Sire,
la que sueña con culebras, la que guarda la lujuria en su cartera;
la sirena de las noches secretas.
Sire, es pequeña, plateada, como la luna
hay algo en sus ojos que nos mira,
algo en sus ojos que no es la mirada.

Algunos dicen que unos hombres la trajeron,
pero quién diría que ella
sería orgullosa
si apenas era una semilla de aurora.
A fuerza de fuego y sangre nació bella,.
Cuando la conocí, pareciera que unas aves, muy locas,
escaparon con su mente por los aires,
creí que algún sol la había traído,
también me habían dicho que ella jamás moriría
que ha renacido muchas veces
que bajo el pantalón guardaba un abismo,
un dolor que cuando muere alguna parte del alma se nos lleva.

Pero Sire, dicen los oráculos de la fanfarria,
por medio a su belleza que parece extraída de alguna
misteriosa caracola, ha besado...
perdidamente, sí, dicen que en algunas noches
se ha fugado con gigantes
que el elixir de su boca
cuando es venenoso el beso, sensual
nos mata.
Burlona, se lleva una brisa el arrebato
y el desnudo de la insipidez nos deja en triste desasosiego;
para nada el dolor, para nada el abrir de la flor,
cuando Sire pasa, del pasado alguna mano
al cuerpo hurta las sensaciones.
Olvidamos, más por ansias de volver que por memoria,
olvidamos que en su dulce boca
la muerte nos toca,
nos toca el espasmo del beso,
el caer lejano
y la oscuridad sudorosa.
Vano es apalear las ansias con las manos,
la furia y el blanco ego que por la nariz nos invade
sólo son el fastidio del vacío.
A la esperanza vaga, a la cruel ironía,
con brazos de pez desertor,
esta voz que no parece mía, se estremece
se lanza hacia un llanto de auxilio.
Sire, no escucha,
la dulce muchacha tal vez está llorando,
la han dejado sola,
tan sola y solamente sola.
Duele.

Es el nervio de lo oscuro, su mirada,
es una palabra con alma de navaja,
es la historia de Sire,
la que doma los muchachos en su alcoba,
la que se quitó el sombrero de señora
y se puso el alma de mujer.
Pobre loca,
qué hércules de hierro golpeó tu faz de aguas de plata,
por qué triste, por qué silencio y no murmullo
de tus ojos murmullo
de tus ansias murmullo,
por qué historia y no poema.

Sire, negra noche, reina en las tabernas,
patrona de las avenidas desoladas,
el vestido rojo que navega en la oscuridad,
destino manchado de destino;
tú no la conoces...
cuando ella sueña el fuego sueña,
Vakkh se narcotiza para descender a las ciudades,
carne vale se aproxima,
es la lluvia, la lluvia,
los pecados serán lavados.
Cuando Sire de nuevo pase
el libre amor nos será nuevamente dado.

 

Betty Boop


A orillas del río Ozama,
Betty Boop en Santo Domingo
nació bajo el ojo de las estrellas saladas.

Betty Boop rompiendo las olas
de las avenidas,
convirtiendo sus miradas en aves rapaces,
surgiendo de los prostíbulos
como una luna de torneadas piernas.

Caminando por la calle Duarte
despertando los piropos de craqueros,
sandwicheros, comerciantes y motoconchos
y hasta el silbido aquel
que sale escurridizo por la ventanilla
de un Mercedes Benz.

Ella y sus ojos redondos, brillantes
rodando por el malecón
donde los lobos aullan al terror
de la urbe que se oxida frente al mar.

Ella cuya voz no sé cómo adjetivar,
cuyo rostro hace que el cielo sea más redondo
y cuya boca es el centro mismo del universo.

Betty Boop dominicana,
madre de diez mil orgasmos anónimos,
acróbata de besos y piernas cruzadas.

La que en la cola de un motor setenta
escapó de casa en su cumpleaños número quince,
la que se emborrachaba con los ángeles del vino
y la pereza,
la que en tacos altos y minifalda subió al cielo
y bajó a la tierra propagando
las bendiciones de la desnudez.


Ella misma que se estrujó en la brisa
de todos los ghettos
y despertó en la maraña de los brazos
de un hombre cualquiera.

Ella enemiga de las monjas,
cultora de caricias
en la humedad de las sábanas,
agotó las auroras en sus pestañas largas.

Betty Boop la metáfora,
la flapper, la culebra redonda
que encestó los besos en los labios de oro.

Seduciendo a los viajeros que pasan
por alguna de las orillas
de sus noches,
reanimando los abrazos
que mueren en sus hombros,
los corales de sus manos,
los astros que iluminan su mirada.

Ella la que conoció a todos los poetas
y floreció en más de mil sonetos de taberna.

Ella algodón rosado
que hace olvidar las heridas del amor,
nepente del despecho
y quimera de adolescentes en ansias.

Betty Boop, luna, cielo, mar, ostra...







La calle 6



Una noche de beleños y desvaríos

(Antes de empezar a leer es recomendable tener una barita de incienso, una pipa y un prendedor).

Esta noche
              lectores
                        psiconautas
                                        poetas…
Primero
desvestir el poema,
descoser las viejas formas
y darle nueva costura
a tan excelsa maestría.

La medida está en la sangre
de eso no hay ninguna duda,
en cada aliento
en cada mirada
atrapada en un silencio.

Hay que saber desnudar los ojos,
arrancarle a la brisa esquirlas de llanto;
hay que saber tocar las ausencias con las manos,
hay que saber pecar, hay que ser pagano.

Una vez descubierta la magia de los ojos,
—los vértigos cayendo,
las imágenes de todas las historias explotando
en sensaciones que corren por el cuerpo…
—locura!
El estallido!

Hay que ser culpable y hay que ser culpado,
hay que estar enfermo…

Estacionaré las fronteras de lo desconocido al lado de tus zapatos
y escucharás el estruendo neoyorquino derrumbarse
en la escala de unos versos.

Santo Domingo, o más bien, la vagina de América
por donde España entró con sus canastas,
será la olla para hervir tan desdichadas pertenencias.

¿El destino?...

Hay que estar loco,
dejarse enloquecer por las palabras,
jamás tantos desvaríos habrán anidado en mi almohada;
la poesía será esa sustancia
será mi guerra como es el mar una guitarra.

La canción,
un enjambre de aeroplanos,
y la sinceridad, la mejor medicina contra el plagio.
Sólo en esto se es correcto,
se es original o se es un error perpetuo.
Las influencias que sólo sean las plumas,
el plumaje no es el ave
sino todo lo que hay en el ave.

Hay que ser, con todo respeto, un malcriado
hay que tatuarse la piel,
tenemos que perforarnos,
pintarnos la cara, desordenarnos el pelo;
hay que mojar los sueños con la tinta.

Me avistarán por las noches africanas
unido a todas las revueltas,
pisando suelo de nadie,
luchando contra enormes pantallas eléctricas
y vociferando, estrellando, pateando, batiendo las vivas brasas
del infierno; cayendo deslizado.     

Mordida por jaurías marinas que van por su cielo nocturno,
la ciudad, armada con todos sus desastres
se enrosca como una oruga
para que pueda ver el canto espiral
en el agua de la brisa.

Es la poesía ululando,
Buscando cómo ahogarse en un suspiro.
Algunos
la buscan en sus sueños,
la meten en ánforas y trasiegan sus imágenes en una página,
otros la padecen sin que así lo consientan sus deseos,
son esos que lloran detrás de un cristal de cafetería
o frente a una botella verde
que también es mágica
porque enseñó a los hombres que el espíritu despierta
cuando la moral está dormida.

Esta noche,
habrá que deshuesar los momentos sin derramar una lágrima,
no matar al padre, desentenderse del padre.
Mantendré el estilo entre Francia, la India, la gran China
y América donde me sentaré a descansar.



(…)

Los gatos de la calle 6 anoche no dejaron dormir a los vecinos, a pesar de que hubo unas dos horas de lluvia, los gatos volvieron a entonar sus maullos de romance intranquilizando el sueño de muchos dominicanos trabajadores que viven en la calle 6 de mi sector. En el periódico salió un reportaje denunciando este problema, decía todo lo que ya sabía. No habrá razón de sorprenderme, si esta noche los gatos de la calle 6, no dejan dormir a los vecinos…



Una noche sin sueño y con gatos


Anoche parecía que el hambre de todos los gatos del mundo
arañaba las ventanas.
Los maullos llegaron de todas partes,
una infinitud de maullos, orbitando las orejas.

El sueño
           jamás pudo
                            cubrir los cuerpos.
La noche elevó sus piernas
sobre la vigilia universal
y los televisores con documentales sobre Michael Jordan
o Madona invadieron el insomnio
con una bengala onírica
que les anestesió el asombro.

Desde entonces son menos poetas, porque no escucharon a los gatos… 




(…) 

…había mucha gente aglomerada donde se construye el edificio; el bullicio, los mirones, la radio de algún policía. Todo eso me despertó muy temprano. Efectivamente había un cadáver, un aparente accidente. Se trataba de un inmigrante. Un obrero haitiano cayó desde la sexta planta. Trabajar borracho le costó la vida, así de repente, cuando amanece y… uno empieza a darse cuenta que tiene tantas dudas…



En un momento como este


Pronto sentirás la duda cocerse entre las sienes,
nebulosas de café y madrugadas
subiendo en el humo de tus ansias
hasta quedar así, deshecho en el instante.

Ese momento, cuando piensas, si ir al parque a encontrar una muchacha
o sentarte, otra vez, en cualquier café
a perder la mirada entre las bellas mujeres de Europa,
con el vaso lleno de un whisky eterno,
una boina y un cigarro cubano
por todos los años de bohemia y los polvos en distintos idiomas;                                    
ese, no es este momento.

Más vale que te muerdan los perros de la sospecha
ahora que estás hundido en esa silla
resistiendo, tal vez, esa terquedad blanca que se impone en los espacios vacíos,
la misma desnudez de los llantos
rompiendo los espejos que ayer te despreciaron
en un momento como este.



La de las noches pistoleras


Entre los sollozos de los motores
ya se reanima la hora matutina.
Herido por una afilada pasión de carnicero
el cielo abrazará esta guerra
que se extiende por los pasillos de cada hospital
hasta las oficinas de todos los ministerios,
donde algún funcionario juega a las canicas sobre su escritorio,
pensando que puede manejar el mundo a su antojo,
sin que nadie esté ahí
y pueda decirle lo inútil que es su esfuerzo
por ahogar las realidades en el fondo de sus bolsillos.

Suenan los primeros martillazos de la faena
y los perros ladran
al ladrón que huye con la noche,
llevándose los pecados que hurtó a alguna ciudadana
que quizás usa tacos para lucir más alta
y no fuma mientras va por la calle, porque debe guardar las apariencias
y que también ha soñado con ese hombre fuerte y cariñoso
y ha creído en los besos bajo la luna frente al mar
por momentos, aunque sólo sea por momentos.

Suenan los barcos que regresan de puertos lejanos,
a matarnos
con nuevas drogas y nuevas sodomías.
Porque vendrán a matarnos, cada vez que sentimos sed
y llenamos el vaso que hace espuma efervescente
mientras la palabra coca te hace pensar en anestesia.

Suenan los deliveries redefiniendo sus caminos,
rumbo a hacer el amor con la señora
que siempre pide un poqutito de café por la mañana
y llama a la farmacia
para que le manden al muchacho
de los ojos bonitos
como si los hubiera abierto ayer.

Suenan los matutinos radiales en los carros públicos
y dos millones de capitaleños
podrían estar teorizando sobre predicciones políticas
que siempre acaban en lo mismo.
Y ellos también acabarán en lo mismo
porque no leyeron a Rimbaud cuando tenían dieciséis
ni se burlaron de Zaratustra cuando llegó a la plaza pública
y terminó por enterrar un muerto
y quedar como payaso.

Suena la paranoia capitaleña
mientras una muchacha no quiso ir a la escuela
y decidió caminar por la avenida España
a dejarse seducir por las bocinas de los autos de lujo
y querer jamás volver a casa.

Suena Santo Domingo, la de las noches pistoleras.



(…)

…nos percatamos del incidente como a eso de las seis y media de la mañana. Lo que sucedió además de extraño fue trágico. Todavía se sentía algo de frío, una luz de tenue plata bajo el cielo copado de nubes. Los gritos empezaron en la calle de la fábrica de velas, que dejó de funcionar hace muchos años. La detuvieron en el parque, unas cuadras más arriba. Estaba golpeada, herida con navajas, en los brazos y los muslos. Dijeron que anoche hubo un tiroteo en una discoteca, que algunas personas están desaparecidas y que esa mujer estaba en la lista.

 

Primera visión en acuarela


En el fondo de un sueño hay una lámpara,
la luz de todas las fiestas del mundo
embriaga al mar
bajo la noche.

Tardes brillantes de cafés y tostadas
entre las ruinas coloniales,
noches púrpuras y de pupilas eléctricas.

Embriagueses que nos descalabran bajo las estatuas
de viejos frailes,
murallas que guardan con celo
el óxido de los años.

Pronto encontrarás tu vida, extravagante.
Te hartarás de los cafés y las tostadas,
—cuando ya sientes que se opaca el brillo de las horas.

 

Versomilímetro. 21


Son las tres
y son hermosas

Una es mala,
hedonista y pretenciosa;
la otra es tonta,
tiránica y rústica;
la tercera, esa es mi esposa,
nena gordita y buena moza.

Son las tres
y me rodean de cosas locas,
sin respirar, no sabré qué hacer.

Por mala,
una daña por donde quiera
que el aire toca;
por ordinaria,
la otra, si no sonríe
igual me daña;
y la tercera, es la que me toca
Cuando se me cae de las manos la idea hermosa.

Son las tres
y me hacen la vida loca.



INTERLUDE. La partida.


Anoche, se perdieron
y luego de la sagaz herida que hiciera el rayo
sobre las horas brumales,
se les alcanzó a ver muy lejos, por las fronteras
Desiertas, más allá de las nubes de cactus y beleños.


          

El medio y sus desvaríos consecuentes



La locura es el medio,
no un fin o consecuencia…”
—dijo alguna vez el poeta.

En Holderlin la dicha fue dos veces descarada.
La locura fue su medio y su destino.
Alucinaciones de amor,
piedras tan sagradas como el tiempo
esperando la solemnidad de la tinta,
el peso de la pluma sobre su mano.

 
Ahora hace más de cientos años que Holderlin ha muerto
y los caminos a Solima son cada vez más desolados.
Pronto
el mundo estará repleto de ojos,
tiempos de ceguera para un nuevo delirio
que comenzará por las cosas que antes no importaban,
Cuando los cantos emergieron,
y la poesía empezó a sumarse cuerpos
y colores y sonidos, palabras, sensaciones…

 
El verbo abrió su cauce a través de siglos
entre calles de clásicas ciudades:
Rapsodas, magos, charlatanes, profetas,
todo tipo de seductores
abriéndole una herida al tiempo para que sangre
por los siglos de los siglos
en nombre del amor.

 
Pues están locos
y todo lo dicen con locura.
—Amamos el método y somos súbditos de su desenfreno.

 
En Franklin Mieses Burgos la locura fue silencio,
esa rara capacidad de escuchar por encima de los sonidos,
de transfigurar el sueño y la vigilia,
arrojando semillas de naranja a un río de profundos desvaríos.

Alejado del instante ficticio de la palabra cotidiano
el poeta se embriagó con la luz de las lámparas,
la soledad fueron las ventanas moribundas de distancia
huecos por donde se divisan elfos, ninfas y ángeles
caídos.

 
—Los síntomas son fuertes.

 
Porque cuando del nombre llegas a la carne
la tristeza se vuelve madera
y duelen las horas escasas de motivos,
donde se apilan tantas ideas inservibles.

 
Sin embargo, algunos
creen que sólo basta con usar bastón y parecer
excéntrico a cualquier costo,
con el cigarro, la cerveza y un coro
que respalde las historias que inventaste
en una noche de poesía y marihuana,
sin saber que lo peor debe estar adentro, muy adentro
donde ningún intruso intente disparar un silogismo.

 
Para Rimbaud, capote y cabellera,
engreída cabellera,
la frente estrecha y el ojo azul.
(No somos dignos de alabarle).
Su locura fue el escape.

 
El niño que renegó de la lengua griega y de Alejandro,
el de los piojos místicos muriendo en las crepitaciones de una lágrima,
el que viajó a las Indias de Oriente y al regresar a Europa
Encontró el dolor y lo convirtió en belleza.
Su locura fue vivir.

 
Sin embargo, en nuestros días Rimbaud trabajaría para el Discovery Channel.
Otro chico sería el poeta.
Y A la música
 talvez nos contaría una historia de buhoneros
y pedigüeños, con la cara lánguida.
Y en la más alta torre, la canción de las finanzas.

 
Villon,…
extraño faro de tinieblas,
eterno náufrago de los sueños de ajenjo,
a quien daríamos perdón, sólo por oírle cantar mil veces.

 
—Te has robado el oro de las iglesias
y a cambio nos das el canto, tu locura fue inefable.

 
En esta vida donde nos apagamos
dejamos murmullos debajo del silencio,
cuando nos encontramos solos y la angustia se ha quedado a vivir
en la garganta,
entonces sabe nuestro corazón lo que pesa ser poeta.

 
—Adiós Francois, vuestra dignidad jamás quedará en duda.

 
Nos olvidaremos del tedio de la forma,
de la expresión escultórica de un lis con voz de ausencia,
olvidaremos las series de Fox, los documentales suicidas del History Channel
y todas las cosas importantes
del mundo que emergió de los dibujos de Andy Warhol.

 
Un Poeta En Nueva York es una clave.
Lorca era un loco, en extremo delicado y tiernamente complicado.
Igual que a los negros de Harlem
le dieron con una cuchara de palo,
con una cuchara de palo
igual que a los negros de Harlem le dieron.
Por el Cante Jondo  colorido populacho,
sudor flamenco, pestañas de gitana bajo la noche de San Miguel,
la plaza de toros y miles de historias que escuchar
bajo la tibia barba de Góngora.

 
Su locura es la cúspide…

 
Del Risco y Bermúdez, René era su nombre,
demasiado sensibilidad para su tiempo,
la historia mordió su espalda
antes de que explotara su alma.
Pero la estela quedó desde Ciudad Nueva hasta el Ozama
mojando los besos del silencio,
viendo a los poetas caminar
con El Viento Frío en los bolsillos
por las calles solitarias de sus barrios,
donde nunca hubo guerrilla ni hay medioburgueses en los balcones
presumiendo sus gatos.

Su locura fue la muerte.




(…) 

…en la calle 6 todavía se preguntan sobre la naturaleza de lo ocurrido anoche. El problema se ha convertido en un enigma difícil para todos los vecinos de mi sector. Nadie ha podido entender la insistencia de los gatos, los maullos ahogados en los rincones o entrando por las brechas de las ventanas, arañando hasta los mugidos de la brisa. La mayoría quiso pasar por indiferente, pero con el recuerdo amarillo del cielo frente a sus ojos, relampagueándoles, aburriéndolos de incertidumbre. Nadie ha podido escapar, ni parece, al menos, posible.




Una noche amarilla y con gatos

 

Anoche
en mis sueños
todo era murmullo, pensamiento o lejanía.
Luego se escucharon los gatos hasta la frontera entre los párpados y el mundo.
Los maullos iban descosiendo cada palabra de mi boca.
Debí suponerlo, y lo supuse
había tantos maullos como ruidos de ciudad por la noche.
Sobre el techo de la iglesia más vieja se escucharon los quejidos,
las antiguas historias de piernas y colmillos
elevándose en el humo de un cigarro
y arrastrando a los hombres hacia una orilla para náufragos.
Selene fue raptada, nueva vez, por la lujuria del crepúsculo
y los maullos incendiaron el cielo de amarillo,
pocas nubes, y amarillo, mucho amarillo.



(…)

… yo también escuché de ese extraño caso. El otro día pasé frente a ese edificio, noté lo poco que se había avanzado en su construcción últimamente. Pensé que a los ingenieros se les agotaba el dinero y sentí miedo de que se fuera a quedar así por mucho tiempo, de esa forma sería una madriguera perfecta para algunas alimañas. Algo negativo se me gravó aquella tarde, no quise volver a mirar el edificio y aceleré mi marcha, no sea que la muerte tuviera algo que avisarme.


 

A veces la muerte

 

A veces la muerte nos escribe una nota
recordándonos que hay una hora para todo.
Las miradas de azul pintadas de alegría
tienen su fin como las cosas,
como la belleza,
como las flores.
Algún día llegará la hora de olvidar
para no morir eternamente,
olvidar que la besaste en octubre y que la hiciste feliz
un solo día. Al siguiente
todo estaba muerto,
como se mueren las horas y las pisadas en la arena
como aquel cabello entre tus dedos
con olor a pureza y a niña tan temprana
que te beso tras el cerezo;
así se muere todo
de simpleza terrenal,
de estar solo y no encontrarse.
A veces, la muerte… nos sorprende
y escribimos versos como estos,
para no escucharla y continuar la marcha
ignorando la publicidad de los letreros
sin sentir lástima por el mendigo, que ya sabes,
es un timador.
Y aunque la muerte insista, niégate,
ignórala,
se paciente mientras sigues adelante
sin responder a la sonrisa de su abismo.



(…) 

… siempre lo cuentan todo a su modo, pero sé que unos cuantos no nos creímos demasiado aquella historia de accidente laboral; un miserable haitiano, imagínese, dónde habrán conseguido ese cuerpo. Así creyeron que engañaron a todo el mundo, pues no, claro que no es de esa manera, sino quién le estaría diciendo esto. Todos saben que el golpe de la caída se escuchó poco antes del amanecer y a esa hora nadie trabaja albañilería. También han querido callar un asunto de unos gatos en la calle 6, pero la prensa ya se hizo eco de un caso que no tiene la más mínima coherencia y sin embargo ha alterado la realidad de las personas que viven en la calle 6 de este sector.



Como ellos quieren…

 

Y esto también nos lo contaron a su modo…
que la vida
es una ilusión
destilada de las horas de trabajo
luego de largos años de estudios
que formarían este ejemplo de business caballero.
.
Que conseguirías un empleo “digno” de tu esfuerzo
y te casarías y darías a la patria y a tu nombre,
que también es otra patria,
un ejemplo o algo así,
cosas funcionales que enartecen el furor
en los pechos,
de esas que validan tus éxitos logrados;
todo eso también
nos lo contaron a su modo.
Bajo la rudeza del Caribe
las adversidades se comen tus días trozo a trozo,
sin dejar ocasión, si no es para
las mordidas guardadas en la última gaveta del corazón,
mientras te haces falsas esperanzas,
las mismas que te haces siempre
justo antes de equivocarte.



(…) 

…no salgas al balcón, escucho muchos disparos, no es bueno hacerlo de madrugada, además oigo como lamentos de  gatos, o no sé, siento mucho miedo. Eso fue lo que me dijo antes de levantarme de la cama, pero ya mi sueño estaba demasiado perturbado. Hacía calor y sólo pensaba en ella. No me gusta que ande por ahí a tan altas horas de la noche. Me senté solo a esperarla pero ya sospechaba que quienes llegarían serían mis lágrimas.


 

Después de todo

 

Después de todo,
siempre queremos un momento a solas
para llorar dos lágrimas frente a frente con la vida.
Apretar los puños
y sentir qué tan hondo puede ser ese abismo
ahí, en tu pecho.



Primeras prosas



Las misas del domingo


Es domingo en la mañana.

Desde lo alto suena el llamado de los campanarios, los niños despiertan en las casas mayores y por la avenida se escucha la marcha de los querubines, la hermosura de los once años. Así van los niños y en la mano un dios pequeño.

La brava Eloisa ya nos ha dejado acicalados, mis primas ya lucirán hermosas, mientras asumen una postura de solemne compromiso. Yo me las robo con los ojos, sin dejar rastros de su carne ni su aliento, nos vamos entre las luces que se fugan persiguiendo el horizonte.

El pueblo a esa hora es más pequeño y una anciana de hábito blanco implora una plegaria frente a una cruz de cemento. —Varones con sombrero y chacabanas se pasean con sus bastones elegantes y sus rígidas esposas llevan peinados que recuerdan algún tiempo respetable.

En la mañana, todavía es domingo.

Mis primas tocan la puerta, mientras aún estoy mojado por los sueños en los que ellas ahogaban mi inocencia en sus cabellos. —Las veo correr entre inmensos sembradíos de avena…

Mientras, como con una palmada, el arroyo de sus voces el sueño se ha llevado. —Anda son las 10:00 vámonos.

Y voy junto a ellas a la iglesia acaramelado por la insipidez de los mayores. Es entonces cuando la cabeza se me llena de tormentas, sueños que suspiran un escape, alguna insospechada lejanía. 

Pero es domingo.

Misa y primeras comuniones.

Por encima de la sangre y a pesar del dolor es domingo, todo me hiere y todo me entristece, mi niñez ha sido violada por el catecismo. Ruge el león de Juda que me arrebata.

Son las 11:00 y todo ha terminado.


Soledades


Plomizo el cielo. Una sensación de brisa fría y perezosa, las nubes, una sola nube gigantesca; las montañas lejanas balbuceando una voz —la historia— que nos llega muda hasta los ojos, en este magnifico final de otoño cuando mis manos empiezan a tornarse inevitablemente frías, entonces toco el presentimiento del invierno. Quedan pocos rastros de verde, el frió comienza a borrar las huellas de las tormentas cálidas. Soledad. Una muchacha sola calentando sus huesos frente al fuego de la hoguera—sus padres volverán después de invierno, pescadores de hielo—. Su pelo esta peinado con dejo, su ropa invoca la eternidad de la tristeza. Teresa, su nombre es Teresa y es como una nostalgia silvestre de diciembre. Yo estoy intacto todavía y en mis ojos aljibes de nostalgia y melancolía; se me acaban los labios regalándole palabras a la lejanía, pensamientos descalzos, silencios que vacilan sobre unos labios fríos y, para extrañar, Teresa; su recuerdo acuartelado entre mis sienes, por mis oídos el susurro de su voz articulada, zumbar de colibríes, rosadas primaveras, el aroma de su pelo. Así Teresa. La fresa que endulza mi saliva; y en este invierno, este dolido amanecer sin pájaros ni colores, mis manos solas y la soledad de sus manos.



Historia sin argumento


La tarde se apagaba, de tenue gris y desolada. Nosotros caminábamos sobre la espuma tibia de las olas disfrazados de viento y ocaso. En aquel momento debí enjuagar mis ojos en el mar, en la planicie azul de su sendero alucinante. 

Aquel noreste de alas pisoteadas, ni calles ni caminos, nuestra historia estaba escrita en los caracoles, el mar escupía los nombres en la orilla y desde donde debiera estar Apolo, el buitre descendía sobre ellos, —recurrimos al abrazo, prendimos en los labios el beso hasta infinito; el crepúsculo y la brisa se fugaron con nosotros.

Huimos, en esa tarde huimos, atrás la pestilencia, la ciudadanía. Abandonamos el pueblo, quedan atrás las ciudades, ríos y puentes que nunca vimos durante el día. Pero tú, regañando de quejas, temerosa y aturdida, el preciado cuerpo de mi lado has retirado. Te vas y queda el alma flotando río abajo entre tu ausencia.

Desde entonces, en algunas azoteas de la ciudad, solo como la noche en los ojos de un tigre escucho el lloriqueo de los perros a la Diana que pasa desnuda entre las nubes plateadas. Y como una araña que va tejiendo su nicho yo voy armando las tribulaciones de esta urbe, que ha crecido vulgarmente gigantesca.

Y de ti, sólo sé demasiado…

 

Las labores de la mañana


Esta es una historia vieja, en un lugar que ya no existe.

Yo era el niño más pequeño, tranquilo por naturaleza y poblado de aquellos ángeles que habitan el corazón de los infantes. Todo comenzaba en las mañanas, cuando el niño salía fresco del estanque de sueños. La madre siempre dejaba zapatos en cruz frente a la cama, me alejarían del miedo bajo la noche oscura. —El niño lo creía, sentíase protegido.

El hermano jugaba a fastidiarlo, —aquello era una necia ternura. Mi madre nos apresuraba (el padre dormía), y sin embargo, no me restaba tiempo la pereza, ni las mofas del hermano, sino el inmenso follaje de la fantasía raptando la conciencia del niño.

El reloj, su lengua y la mía, —qué lenguas paralelas. Nunca nos encontraremos en las espirales del tiempo.

Recuerdo haber viajado como un eco solitario, desde el cielo se desprendía un olor a cosas lejanas. Un tren atravesaba el horizonte, rumbo a lo jamás imaginado, algún mundo feroz de caídas verticales. —Oh, mis torpes ilusiones…

Mi madre me apresuraba y regresaba a mi labor de uniformado, —¡rápido! a tomar el café con el pan, agradecidos con las carencias de la pobreza.

Esto era siempre la escena en la cocina. La puerta ya parecía cansada de contemplar el patio, era húmedo y de tierra negra, las gallinas se paseaban, no como las gallinas sino como ellas, cada cual diferente pero atravesadas por la línea recta de la especie.

No eran nuestras, pero todas eran de casa.


Contemplaciones


Recuerdo los rojos caminos de barro, el atardecer como una lámpara húmeda resplandecía débilmente. Eran los años primeros, recuerdos de diálogos pasan como los pájaros por mi frente. Mis memorias son como relámpagos –tardes doradas por el rayo dorado del sol, cielos nocturnos manchados por extraños ramajes. Mi paso por algunas extrañas ciudades, rincones habitados por la orina de los perros y los vagos, puentes en la lejanía dibujados como la simpleza de lo desconocido para unos ojos tímidos desde las barandillas de un puerto. –¡Vámonos!– se escuchaba pálidamente una voz que gritaba…



Cuadros

Frescura de la tarde

Esta tarde ha sido todo un espectáculo de belleza, la tierra está fresca, pintada de piedras que sueñan el movimiento. La brisa se pasea risueña, coqueta y galana; se detiene y arremete como un retoño travieso que juega. Las hojas se vuelven locas igual que niñas de risas menudas. Luego en la transparencia del espacio florece un silencio silvestre que arrastra una tranquilidad muy atrevida.
                                    
                                                            * * *
La ventana

Hay un viento de ayer en la memoria, la voz de una niña sentada en la brisa. Veo calles, una ciudad hambrienta, se pierden entre los caseríos hasta la orilla del río. Hay una iglesia abandonada y la calavera de un mendigo en la puerta, que aún suspira.

* * *
En invierno

Es el invierno en una tierra perdida de todo recuerdo, afuera hay una estatua que padece frío, puertas ni abiertas ni cerradas, hay un silencio que no lo escucha nadie y un niño muy triste que muere.



El cocodrilo clandestino


El ocaso asiste el cansancio del día y rojo el sol que mancha el cielo se despide de las avenidas que se abisman a la noche. Airadas en las ondas del viento, igual al cabello ancestro de una diosa, un mechón de nubes adorna su círculo de llamas escarlatas.

Se cristalizan las horas difuntas, se adhieren al vientre de la noche y el Leucato es contemplado por los corazones. Una hechicera vestida de plata recita versos al silencio, lágrimas distraídas se desprenden hacia el vacío cuando la oscuridad abunda los caminos y Diana rocía el sueño sobre los párpados vencidos.

Nada el cocodrilo antiguo en los jeroglíficos astrales y soy la soledad de un alma cuando humea el cáñamo en mis labios; abordo el tren hacia los jardines de Andrómeda, hacia los océanos bajo el hielo de las lunas…

Santo Domingo, contrario a Eleusis que dilata sus pupilas, se resiste a soñar. Sólo las marías enterradas podrán saberlo —del aluvión intenso, del ardoroso corazón, de la quimera… de a mi recuerdo la voz de una niña sentada en la brisa. Veo las calles de una ciudad hambrienta que se pierden entre los caseríos que terminan a la orilla del río. Hay una iglesia abandonada y la calavera de un mendigo en la puerta, que aún suspira.



Cristal de sueño


A Eva Martín

Es una tarde luminosa entre los cuerpos roídos por el tiempo, y la nostalgia de los muros como quien respira desengaños. Las horas que rozan sus manos, como campanillas que trinan delicados sonidos, caen igual a la llovizna del campo, igual a cristales que sueñan la belleza.

Mientras el goce va regocijando sus sábanas hay una rana que nos invita a dar un salto sobre los párpados de la brisa y el deseo se eleva hasta su máxima expresión del movimiento.

Una leve brisa nos lame la cara, nos contamina la serenidad de los muros entumidos, y por las nubes, maravillosos malabares del silencio. Niños y columpios acuden a mis ilustrados sensores, cantan junto a duendes y princesas infantiles y el suelo se torna una planicie de grandes ilusiones…

Una flecha que desde el arco de Apolo surca todo el cielo y se transforma en un ave de fuego, con esforzado movimiento batió sus alas y desvaneció el glaciar de nuestros corazones.

  

Los jardines


La atmósfera de pájaros trina la magia del sonido mientras una voz se hilvana suave en el aire. La tierra me besa la espalda hasta la carne llameante donde descansa mi cabeza. Erupciona mi origen noble, enloquece mi alma, me abrazo a su belleza…

Imagino mundos y pirámides, la bondad suprema y la rebeldía sagrada, a la amada que siempre estuvo ahí para lustrar el sol en la mañana con sus ojos de canela. —El suelo y las hojas por donde mis pies se alocan, sangre en llamas y lotos de hielo.

Imagino la hora más bella en nuestros ojos ardientes y más allá nuestro signo…

 

Muñeca malcriada


Amanece, Santo Domingo se depila las piernas, está desecha, los huracanes azotaron su alcoba, saquearon, hurtaron; sembraron en la lengua árida del blasfemo. Ahora cierra su cremallera, las vergüenzas ruedan por el suelo, fiel al nepente aborda sus tacones altos dispuesta a olvidar lo inolvidable. Su rostro se abisma hacia blancas cordilleras corriendo en paralelo sobre la mesa, las absorbe y se levanta cual ola airosa en el ascenso; Santo Domingo, la degolladora de placeres, abre las mugrosas ventanas de la mañana y sale a caminar con la serpiente del éxtasis enroscada en sus pupilas.

El sol incendia el aire y evapora los techos, sus arterias florecen multitudes, miles de células estériles consumiendo los miasmas de su desgracia; niños y caníbales hurgan los basureros, el mundo sueña sentado sobre la pereza… Santo Domingo domino y cerveza.

Muñeca malcriada que te paseas entre la voracidad de las jaurías y los crímenes ardientes besando tu piel azada por el trópico. Como perra poseída el placer jadeante te desborda. La orgía va mordiéndote las llagas, el dolor estremecido es dulce, te muerdes los labios y el humo te levanta en su lascivia.

Todos cabalgaron sobre tu anatomía, saliste a saborear los olores del pecado mientras el día se desvanecía lentamente bajo la sombra de los puentes. Buscaste los secretos de la adormidera y te alojaste en un bosque de rojos cocuyos para salir con la mirada brumosa y los pasos perdidos del suelo…

Nuevamente llegado el día hasta tu alcoba, —humor y tragedia son la mugre de tu calzado— y antes del sueño, en el letargo del aliento suspiras como quien fuma un último cigarrillo…


 

IV


El puerto está tendido sobre los labios del mar, alguna magia de fuego extiende su anhelo en las aguas. Los hilos del aire circulan alrededor del majestuoso puente. Mil poemas cruzan por el cielo y pintan en las nubes el trueno. A lo lejos el eco visual de un velero se va tragando el olvido mientras los días van y vienen con las olas dejando su cicatriz en la arena.


V

Eterno sueño luminoso, sol que bailas y caminas
en mi pecho, has partido en
dos
el curso de mis vientos; ahora, iluminado, persigo
el carrusel de tus andares…


VI

Luz del que mira el horizonte, puentes, extendidos sobre abismos. Errantes de ojos detenidos en el aire como una mirada esculpida en la brisa. Hombre y hambre que los llevo aquí en mi pecho, somos uno aunque este no es nuestro tiempo. Llevamos nuestro nombre igual que un ave lleva el cielo en sus alas. Somos norte en el hemisferio del ensueño donde, amado, el niño escapa sentadito en la marea.



Dulce melodía


En el viejo trecho de los pasos sin duelo, por donde el sol camina lento y se detiene a despetalarle versos a las flores, la amada tiene sonrisas traviesas en el rostro. Por su piel de mares de nata una de mis caricias se extravió como un velero en fuga, justo antes de caer la luz del cielo en el mar.

Un gemido en su garganta trazó una curva que abrazó la luna, en la cúspide intensa donde se suicidan los placeres. Desde el vértice agudo, lento descendieron los cuerpos igual que hojas acunándose en la brisa.
Rendidos en el tálamo de arena la noche nos dio un beso de despedida.

Apenas se avecinaba el alba; poco antes del rayo que hiere la alborada, tocó el Boreas un piano sobre una nube. Magistral la melodía urgió a Diana con sus flechas y abrió agujeros en el cielo.

La lluvia cayó, sin dudas, a endulzar nuestros pecados.



Príncipes sagrados


Todavía esperas al León de Judá y fumas marihuana en el horizonte natural de la esperanza. La tierra prometida vendrá y Dios repatriará tu alma al lugar de tus orígenes. He aquí que vislumbro tu destino con una lámpara de sueños. No mentiste a la nube, ni al clavel cuando se presentó ante nosotros el sagrado beso a las vírgenes del fuego.

Una guitarra con alma y estirpe arrancó tus cadenas del hielo. Morir todavía no es posible para los que tenemos el verdadero linaje de Dios. Pero aún estás sentado, ilustrado en la brisa, rodeado de ciegos que se miran al espejo; todavía el barco está en aguas dulces, no ha partido de los puertos fluviales hacia el abismo azul de las olas frondosas.



Güibia


Nada mal, morir en la tarde junto a las olas observando la sonrisa de oro de la avenida del puerto. Los gigantes de acero y hormigón defienden la orilla, —estos fantasmas de un presente horrible esperan la noche como tiburones de sombra y en el cielo sólo existe el llanto de unos colores muy tristes que se acaban.

Similar a un destino la avenida es un extenso pasillo decorado con palmeras y asientos rotos, nada bien para el recreo. Hacia el tramo izquierdo, amen por la lejanía, una bestia gris se disfraza de barco, hay gusanos de cemento en el muelle de piedra; más lejos, blancas melenas queriendo ser nubes; más arriba, una espuma gris absorbiendo venenos.

Y el resto es el mar que jamás nos dará su secreto.




Prosas del disturbio



Ciudad - K



En la línea del horizonte se pierde la vista sobre los techos sin fin, más allá del desastre de las pálidas puertas donde algún cuerpo escuálido se deshace en vapores de hambruna. Es en verdad el infierno lo que se vive allí afuera; una avalancha de excremento arropa las esperanzas de aquellos que nacieron sin nada que esperar, de aquellos que afilan la mirada del asalto y arrebatan, que no se reconocerán sin los arpegios de la zozobra. Son las mismas raíces de su caótico infortunio. Se ve el derrumbe eterno de sus fuerzas. En el barrio todos son iguales debajo del sol y sobre él, son la estirpe pantanosa de una urbe que se precia de sus fracasos energéticos, crápula e instinto se enfurecen, las calles se derriten, arde el caucho negro de los neumáticos, el humo, balas, bombas, la estampida. Ya lo dije aquí es el infierno. Ciudad de maravilla del derroche y la cerveza, espejo de un Narciso ciego, mambo y brujería. Esta telaraña de acero y hormigón creció como la mala hierba en el cráneo de un barbero, quienes la amaron, no la conocen y son entraña de sus entrañas. Esta es la ciudad de los muslos desnudos; ciudad narcótica de jerarcas y latifundios, hija primogénita de América, la siempre fiel, la más domada. Así la hicieron, para roer el metal de los espíritus, mitad San Juan, mitad Bongó. Ahora hierve en su sancocho de viandas amargas, crepita bajo su sol de azufre, su voz la ahorca, se lacera impunemente y delirando se duerme sobre la noche de balas y puñales. 




Trovador - K



Y esta línea comienza tan torcida como las anteriores, me siento atado por el cuello a un día que va cayendo hacia el vacío que se abre en cada pecho. Pensar que mañana algo será diferente no completa este falso aliento que se resbala de la boca. Todo está basado en la aritmética del miedo. La gente observa a las hienas mientras se roban la comida, conocen hombres que se comen a otros hombres y han oído de islas masticadas por gigantes. Pero nadie está solo con sus temores, tienen ambiciones colgadas detrás del silencio de sus palabras, detrás del oído que finge escuchar la verdad y se hace eco y se hace otro de los mismos. Por mi parte sólo cuento con una cicatriz de bala en mi pierna derecha, la patria se me resume a caos y bandera, eso que algunos han usado para clavarme sus privilegios en la garganta y que mi voz no tenga boca y que mis palabras sean de salva. Sé que hay un castigo debajo de la almohada que puebla las noches de todos, también sé de esa sombra terrible que brilla al final del camino, por eso mis pasos no se fían de suelo de asfalto ni se duermen mis dudas entre paredes de cemento. Pero la gente confía en los placeres de la urbe y cambia su piel por el plástico, les gusta andar con la mente en los bolsillos y el corazón en las braguetas. No. La duda no está en el futuro, está en la tienda por departamentos o en los antros donde las noches son cuerpos de belleza parpadeante o polvo de luna que alguna nariz respira para no ahogarse. Sí. La felicidad está medida con lágrimas y dientes dañados. Hay siglos que se hunden en el fango mientras el progreso eleva las ciudades hasta el cielo y para alcanzarnos a las ratas les nacen alas. Los motivos de la guerra son los que hacen del mundo un lugar más rápido y gastable. Las manos encalladas en la arena no tienen una marea que se las trague, sólo tienen a Cristo que no bajará del cielo a pintar de azul lo que nosotros pintamos de gris. Por la avenida jamás se volverán a ver hombres cargando sus cruces al hombro, en cambio cargarán sus tarjetas Visa y Mastercard para abrirle las piernas al mundo y empujárselo duro y profundo hasta que todos digan ¡basta! Aquí se termina la mierda.



Preferencias - K


A veces me siento capaz de sentir una enorme preocupación por el destino de los hombres y mujeres. Siento sed por todo lo justo y hasta una leve devoción hacia la paz. Podrían ser momentos de cierta sanación y lucidez. Pero lo que realmente siento es una temprana preferencia por los artículos menos codiciados en el gusto estrafalario del nuevo ciudadano. Sin duda que prefiero el THC antes que la nicotina o el alcohol, me repugna la cocaína y los programas televisivos de sábado por la tarde. Prefiero a Vallejo antes que a Darío, Rimbaud sobre Mallarme, las novelas rusas más que el idealismo alemán. Veo en las grandes academias del arte y la ciencia verdaderos atentados contra el espíritu, misioneros del comercio y excrementos vanguardistas de un aliento muy escaso. Aborrezco todo tipo de acción farandulera, me corresponde un gusto mayor abrirme a las personas del inframundo y tocar sus fondos más últimos.

Odiaría estar de regreso con saco y corbata frente a la puerta del hogar, ser un padre de familia cristiana que promueve el capital y los progresos diplomáticos entre la One Nation y el tercer piso del círculo universal. Estoy más cerca del sonido que suda el tambor africano, amo el maíz y al San Pedro lo llevo en el alma, cargo prendas de coco y mi ornamentación de caracoles, vivo la música y las estaciones mentales que propician la lucha.

Mi palabra —que ya ha sido coronada por el delito—, no engendra un arte bello, lo que aquí germina, como presagio de lengua estridente, es un insulto a todo el comercio artístico, al rostro desfigurado que se quiere esconder detrás de una educación hueca. Me glorio de no tener códigos demasiado accesibles, ni otros artículos con instancias dudosas...




Prosas solares

"La alegría"



Imaginario


Sé muy bien que soy imaginario. Voy a dudar que tengo piel, de estos brazos y mis piernas voy a dudar. Sé muy bien que me acompaña la experiencia, las pequeñas cosas olvidadas por el río, el reflejo del Sol tan inmune al arrastre de su cauce (nada hecho de luz se ha puesto viejo). La vida conmigo ha sido bella, el silbido del viento entre las hojas me amaba, el canto de los pajaritos también me amaba; a mí me amaba hasta el suelo que nunca había dormido entre mis huellas. 

El mundo jamás me ha devuelto una pisada (generoso), me ha dado siempre ojos nuevos, respiración nueva, nuevos latidos, tacto inédito y la piel (de la que estoy dudando) ha sido lluvia, trenzas de agua donde mis sueños eran barquitos llevados al mar. Tanta vida, tanta vida he merecido.

He aprendido que el desastre sólo es percibido por lo efímero, hay algo en mí que es grande y es eterno. Yo lo afirmo. Yo digo sí para que exista la primavera. Yo he nacido del amor y el amor ha nacido de la espuma, la espuma que en la playa se convierte en arena (ah, la arena es tanta). Y es que hay más amor que estrellas. Hay tantas playas en la vida. Yo que siempre he visto playas. ¿Lo he merecido?

Voy a dudar del suelo. Ahora mismo estoy flotando y veo mis manos (de las que estoy dudando) que se acercan a mi cara. Recuerdo al poeta imaginario: (las manos son del aire como pájaros). Y me siento alegre, yo soy feliz como las cosas livianas que mece el aire, como el colchón de hierbas de la niñez con que jugaba. Soy feliz pues he inventado la belleza, la forma nueva. He inventado también el pasado, el futuro se hace en mis latidos y mi respiración es el lugar donde todo continúa. Estoy vivo.

Sé muy bien que soy imaginario. Doy un salto, (no, yo estoy flotando), lo que hago es que me elevo. Me acuesto en las nubes y el azul continúa más alto, a veces descanso. Llega el sueño, Morfeo se agradece de mis párpados y se acuesta a mi lado, hace silencio y puede verme. Morfeo no despierta, pues yo le he dado el sueño (bondadoso). Él también me ama.

He aquí que afirmo el alma, y las cosas tienen alma.



Jamás la muerte


Yo nací de una leyenda. He contado historias recogidas de mi tierra, tal como las escuchaba yo las decía, no he violado nada solo he sido digno. Tengo el privilegio de haber llegado a este mundo en abril, traigo la piel dorada del carnero, Aries Yo ha visto el Sol cuando se aleja. Inmortal, puedo decir sí y volver a nacer. Otra vez en la avenida del pueblo, las misas perezosas del domingo y mi país de casi doscientos años. Toda la juventud del agua de nuevo entre mis manos, pero el agua nunca queda.

Mi vida ha sido tan célebre que presiento que es por mí que se desnudan las mañanas. Los almendros visten la tierra con sus hojas, las palomas viven en sus ramas, las arañas tejen y las hormigas edifican el dulzor de sus raíces. Todo cuanto ocurre es por mi alegría. Yo jamás estaré muerto. Mi papillon es la forma que leo en la nube alborotada, la concha marina (No miento, yo he caminado en el océano). Mi mirada se ha cruzado con gaviotas y han nacido alas blancas pescadoras.

Yo jamás estaré muerto. Nunca he soñado cementerios…

He viajado al país de los difuntos y he encontrado la vida, el hada que se sentaba en mis pestañas y me decía, es el mundo que comienza todavía, el beso largo, la mirada, sus ojitos grandes y bonitos. Es la vida, no importa donde llegue, siempre será la vida.
Ya lo dije. Del amor nací y él ha nacido de la espuma.



Con la misma mujer


En Teotihuacan, sentados sobre la misma luna, yo vi la ruta arqueada del Sol, el respetable cielo y la plegaria del pasto quemado y de los cactus que esculpían su propia sombra con envidiable serenidad que marca horas. Una mujer me acompañaba para siempre (está conmigo aún, ella misma es el amor, mi amor), le dije: ¿ves aquella línea? El astro rey nace en esa distancia y muere acá por donde lo vemos partir; es de allá de donde vengo, hacia el oriente está mi país, del Este hasta el Oeste yo he seguido al Sol para encontrarte.

Las mismas sombras esculpidas de los cactus ascendían pálidas a las nubes, se colocaban en manchas y bebían el río de la serpiente (el día terminaba). Antes yo le había jurado amor eterno. Yo le di mi vida y la besaba, yo la besaba (Esa misma mujer ha hecho aquel día interminable). Yo la amo en cada uno de mis días.

Descendí con ella la escalinata, todo el tiempo la cuidaba (ella es mi vida). Despacio llegamos a la ciudadela, me fallaban las rodillas y me abrazaba a su cintura. Avanzamos por la calzada de los muertos (doscientas mil personas habían pisado el mismo suelo). Y no terminaba de creerlo, aquello parecía un sueño, pero se me erizó la piel y en mis ojos un mar de lágrimas me hizo sentir los fuertes latidos, aquello era tan real como el amor que ahora mismo siento, como la vida que celebro.

A Teotihuacan, sentados sobre la misma luna, yo regresaré (feliz con la misma mujer) y subiré al Sol apuntando hacia mi país, parado en la cima sagrada donde alguna vez estuvo también mi pariente más lejano, como quien está soñando en el equinoccio, feliz y con la misma mujer.



La fe y la certeza


Creo en Dios (no creo en nada) pero sé que el Sol saldrá mañana; creo en la ventana y también creo en Schrödinger (vivo y muerto soy como el gato de la caja). Es posible tener piedad de la existencia de mis dedos, creer que alguna vez escribí baladas, que tengo mi Teoría del cuerpo y que me dormí entre beleños. Solo la fe hace posible que mi habitación sea pequeña y que algo tan inmenso como vivir quepa adentro. Yo y la salamandra que a veces aparece. Cabe el genio de cientos de hombres en mi librero y la sonrisa de tan solo pensar en ella.

Hay un reloj en mi pueblo, una ciudad cuyas calles son solo para mí y para ella. Hay una mañana y una noche bellas. Yo tengo fe en las cosas que hay detrás de la puerta (la vida es casi una certeza). Creo en el rayo de la buenaventura, en el piso donde ruedan mis zapatos y en la canción sin letras que me conmueve. Y es que hay una fe muy grande que hace todo posible y da forma a toda forma, a cada encuentro, a cada rayito de luz que nadie observa, al agua que suena entre las piedras. Hay una fe que es de todos. Un delirio y un nosotros.

Yo tengo fe en la alegría, en el olor que dejamos en la cama, en el alba mexicana y en mi cara hundida en tu cabellera. Sé que el piso estará frío y que he conocido el árbol de aquella primera vez en que me hablaste (cuando vibré de emoción inexplicable). Creo en ti y en mis latidos. Soy más feliz que la primavera (girasoles, armonía). Amor de la vida mía. Tengo fe en las horas que me acercan a tus horas, en el invierno que vendrá para que yo te abrace más. Tengo fe.

Mi fe crea a Dios y todo es bello, como tus ojos, bello.



Colisión que un día


Te enseñaré, entre tú y yo, un mundo sin fin, mi tan querida, tus manos amantes de mis manos, tus sueños frente a frente de los míos. Una avenida, un trecho largo en el desierto; silencio, para nosotros hay silencio. Nuestros ojos quieren escucharse y las palabras se desvisten del sonido, pero no estamos callados, nos comunicamos despacio y con paciencia como se miran los astros ardiendo en la lejanía. Colisión que un día amor, colisión que un día. Queda todo estrecho entre nosotros, agua mar, isla lejana, viaje a tu mundo, la vuelta al mío. Un día nunca más estaré lejos de tus horas y tú no tendrás por qué irte a otro lugar donde no amanezcan nunca estos, mis días abrazados a tu espalda; mis días enamorados de tu cintura; mis días hoy arrugados en la cama, rezagados del deber, golpeados por el deber, mis días casi tristes, esos que terminan cuando estoy contigo, esos que esperan el mismo día del que hablo, que esperan. Colisión que un día, colisión que un día amor.



Sin estar despierto


Soñé que me iba lejos, soñé con una cascabel en mi cama que mordió mi brazo mas no me dolió, soñé cuchillos afilados y algodones en una boda sin novios, soñé que en mi viaje cruzaba el mar, tan solo yo, arrojado, Ulises pequeño, ni reino ni fortuna, solo el amor, el océano y una isla a la que llegué con olas que barrían el panorama. De frente. Seguía hacia delante. Me arrastré en la tierra, me oculté entre árboles. Muchas cosas inverosímiles pasaron, hasta mi nombre se escuchó en la boca de alguien que preguntaba… que buscaba rastros de mí en las letras de los diarios.

Ese sueño terminó con la hija de la mañana, la que despierta, la rosada, la de Homero. Una llovizna fina mojó la alegre cabellera de la aurora. Moderado Sol, pasos en el techo, una sonrisa detrás de la puerta. Cortesía. Buenos días señora. ¿Gusta usted un poco de té señor? Gracias. Respiro. Pienso en mi amor, que está dormida. La luz más bella de mis ojos está lejos y sueña, todas las noches ella sueña y yo he vuelto a soñar después de ella.

Despierto o no despierto yo sueño, la realidad (satánico beleño), ángel hermoso, divina propiedad de mis pasos, de mis travesías (yo jamás sabré defraudar la vida). Latidos. Sangre de carretera, nubes, altura desde mis párpados, saltos, banderas, mil países y acentos; mi lenguaje púrpura para mirar sus ojos (ojitos grandes y bonitos) y mil poemas a esta alegría.




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